Un ciudadano de Kiribati, un país formado por atolones en el océano Pacífico, solicitó la concesión del estatuto de refugiado ante los tribunales de Nueva Zelanda, alegando que en su país no se daban las condiciones de supervivencia, puesto que el calentamiento provocado por el cambio climático hacía subir el nivel de las aguas. Las consecuencias de esta subida del nivel son la pérdida de tierras de cultivo y la contaminación, por salinización, del agua. Un argumento de su abogado, Michael Kidd, era que el gobierno de Kiribati no tiene el poder de mejorar las condiciones que hagan habitable el país –de más de 100.000 habitantes- porque se trata de unos perjuicios medioambientales producidos por el cambio climático. El tribunal le denegó en septiembre pasado el estatuto de refugiado a pesar de reconocer el problema de fondo, que es el desastre medioambiental. El solicitante de refugio ha recurrido la decisión ante el Tribunal superior de Auckland.
Barajan adquirir un territorio en otro Estado para instalar a sus ciudadanos
Se trata de una figura nueva llamada «refugiado medioambiental» o de «inmigrante forzoso medioambiental», de la que existen diversas modalidades. En este caso se plantea un problema de asistencia humanitaria por causa de catástrofes naturales en gran escala. No existe una solución específica para este problema en el Derecho internacional. Seguramente el Tribunal Superior Neozelandés decidirá en el mismo sentido porque la situación afecta a todos los ciudadanos de Kiribati. El fondo del caso tiene que ver también con una forma de presión a los países cercanos con recursos -Australia y Nueva Zelanda- para que responsablemente presten algún tipo de ayuda y hagan concesiones migratorias a un pueblo cuyos habitantes ya se están preparando para abandonar sus tierras.
De hecho, Kiribati es un país que, junto a varias islas del Pacífico, hace varios años que reclama en Naciones Unidas una solución urgente a su situación, pues sus dos metros de altura sobre el nivel del mar lo hacen ahora mismo especialmente vulnerable frente a la subida del nivel actual y la prevista para los próximos decenios. Otros fenómenos debidos al cambio climático, como los huracanes, también le afectan especialmente, tal como explica su presidente Anote Tong. Con el tiempo, si las cosas suceden como están anunciadas, tendremos la desaparición de un Estado por inmersión: una novedad en la casuística de la extinción de Estados. Una tragedia, política, social y cultural. Ya existen cientos de desplazados internos en Kiribati debido a esta situación.
Ya existen cientos de desplazados internos en Kiribati debido a esta situación
Una de las alternativas que se están barajando es la de adquirir un territorio en otro Estado para instalar a sus ciudadanos. Se están adquiriendo tierras en una isla de la vecina (a más de 2.000 kilómetros) República de Fiyi, a estos efectos. Esto plantea el problema –haciendo política ficción- de si la adquisición de un nuevo territorio servirá para mantener en él el Estado de Kiribati deslocalizado o si sólo se producirá una asimilación de los ciudadanos a la nacionalidad del Estado de acogida. Pues no es lo mismo acoger a un refugiado o varios individualmente, que como un grupo humano diferenciado. ¿Desaparecerá el Estado mismo o continuará en un territorio diferente? El precio de los terrenos sería muy distinto en uno y otro caso porque si se mantiene el Estado de Kiribati en un nuevo territorio el antiguo soberano perdería un pedazo de su territorio en términos equivalentes. Claro que también podría establecerse algún tipo de autonomía. Si no, los antiguos ciudadanos de Kiribati pasarían a ser ciudadanos de las Islas Fiyi, o del país de acogida, o refugiados climáticos en el nuevo país, para siempre. Una entidad autónoma propia dentro del país de acogida sería una buena solución para la diáspora de los ciudadanos de Kiribati que quizá Australia o Nueva Zelanda podrían aceptar. En la isla de Viti Levu, en Fiyi, no caben todos los Kiribatienses.
Sea como fuere, y tal como van las cosas del calentamiento global, a largo plazo muchos de nosotros –o de nuestros descendientes- seremos refugiados climáticos como los ciudadanos de Kiribati.