En Estados Unidos se confeccionan todo tipo de planes para dibujar el futuro. Sólo prosperan los relacionados con la defensa de los intereses norteamericanos, que a veces coinciden con los europeos, pero no siempre. El New York Times se ha hecho eco de un escenario destinado a reconfigurar el mapa político del Mundo Árabe según los intereses de las grandes corporaciones estadounidenses de la energía y del armamento.
El equipo de asesores del presidente Barack Obama ha elaborado un estudio para hacer frente a las turbulencias generadas en el Mundo Árabe por la «primavera democrática» y que podrían afectar a la política de Estados Unidos y de sus aliados. La base del plan es el desmembramiento de algunos países árabes que pueden significar un peligro para los intereses norteamericanos. La partición de dichos Estados se haría en base a criterios étnicos y religiosos, siguiendo el escenario puesto en marcha en la antigua Yugoslavia. El New York Times escribe que los países afectados serían Arabia Saudita, Yemen, Libia, Irak y Siria.
Este último país podría dividirse en tres Estados: uno, alauita, situado en la costa mediterránea siria; un segundo, kurdo, situado más al norte, y que se fusionaría con los kurdos iraquíes, transformándose en un polo de atracción para los kurdos iraníes y turcos; un tercer Estado, denominado «Sunistán», agruparía a las poblaciones sunitas de Siria e Irak. Al desprender se sus poblaciones sunitas y kurdas, Irak sería un Estado exclusivamente chiíta.
En cuanto al plan de despedazar Libia, está siendo puesto en práctica por los feudos milicianos yihadistas. De facto ya existen tres entidades: una en el noroeste con capital en Trípoli; una segunda en el este con capital en Bangazi; y la tercera en el sur denominada «Fezan».
El caso de Yemen no presentaría mayor problema, ya que este país estuvo dividido en Norte y Sur hasta su reunificación en la década de los 90. La finalidad sería la de aislar a los movimientos yihadistas armados en la zona norte del país, e impedir que conquisten Adén y dispongan de una salida al Océano Índico.
El objetivo principal del plan de desmembramiento del Mundo Árabe lo constituye sin embargo «la encrucijada saudí». Estados Unidos es un aliado estratégico de Arabia Saudita desde el «Pacto de Quincy» establecido en 1945 a bordo del crucero norteamericano del mismo nombre, entre el entonces presidente Franklin Roosevelt y el rey Abdelaziz Ibn Saud. Según los términos del acuerdo, Arabia Saudita concedió el monopolio de la explotación petrolera a las compañías norteamericanas lideradas por la ARAMCO. A cambio, Washington se comprometía a defender con su potencia militar a la dinastía saudí frente a cualquier agresión interna o externa.
Sin embargo Arabia Saudita constituye un «aliado incómodo» para EEUU, por tres razones al menos:
- La ideología wahabita ha sido la matriz en la que se han originado los movimientos salafistas yihadistas, como Al Qaeda, que a pesar de haber sido utilizados y manipulados por Washington primero contra la antigua URSS y después para justificar su despliegue antiterrorista mundial, tienen tendencia a escapar a su control y constituyen un potencial peligro terrorista. Un sector de la CIA no excluye continuar utilizando el yihadismo para desestabilizar China (Manchuria) y Rusia (Chechenia, Daguestán).
- El riesgo que constituye para los Estados Unidos el control por un solo país del mayor potencial de reserva de hidrocarburos del planeta. Con un consumo en torno a los 20 millones de barriles diarios, EEUU se ve obligado a importar al menos la mitad. La explotación de esquistos bituminosos le supondrá en el mejor de los casos un cuarto más de su consumo diario. Por lo que las importaciones no bajaran de los 5 millones de barriles diarios.
- Arabia Saudita dispone de la mayor reserva potencial de movilización social del planeta. Al albergar el principal lugar santo del Islam, La Meca, ciudad a la que todo musulmán debe efectuare al menos una vez en su vida el ritual de la peregrinación, Arabia Saudita posee una capacidad de convocatoria que va más allá de su propio régimen. La posibilidad de que surja un «movimiento nacionalista teocrático» en su seno, inquieta a los EEUU.
El escenario evocado por el New York Times sugiere desmembrar Arabia Saudita en cinco entidades. En el centro del país un Estado llamado Wahabistán, otros tres en el Norte, Este y Sur, que albergarían las reservas de crudo y serían más fácilmente controlables por Estados Unidos. Un quinto Estado estrictamente confesional en el que estarían situadas las ciudades santas de La Meca y Medina, junto con Yeda, la actual capital. Con esta operación, Washington conseguiría circunscribir el poder religioso saudí, y configurar mini-Estados en los que podría establecerse militarmente, algo que no puede hacer ahora por considerarse todo el territorio de Arabia Saudita como «sagrado» y por lo tanto prohibido para la implantación de fuerzas extranjeras.