lunes, noviembre 25, 2024
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El ébola se cobra la vida de más de 120 médicos y enfermeros en África

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Más de 120 médicos y enfermeras han muerto desde la declaración oficial en marzo del brote de ébola en África occidental y más 240 han contraído el virus, según ha informado esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS), en lo que describió como uno de los muchos aspectos «sin precedentes» que han caracterizado el último estallido de la enfermedad.

Por poner un ejemplo: cinco de los 60 implicados en uno de los primeros estudios sobre este último brote, realizado en el hospital sierraleonés de Kenema, la llamada «zona cero» del virus, han fallecido por ébola en el transcurso de la investigación, entre ellos nada menos que uno de los mayores expertos del continente en el tratamiento de fiebre hemorrágica, el doctor Sheik Humarer Khan, con una carrera de diez años a sus espaldas tratando pacientes de fiebre de Lassa. La plantilla del hospital se declaró ayer en huelga ante la falta de dinero para pagar su salario y por las precarias condiciones de seguridad.

Dado que los profesionales de la medicina son los responsables de confirmar el contagio de un paciente, su exposición al virus es muy elevada. En el oeste de África, donde los recursos son enormemente limitados, Naciones Unidas indica que el primer motivo de contagio paciente-médico es por la ausencia de material protector, pero es solo uno más de múltiples factores, como la falta de personal y el cansancio físico y mental entre los médicos y enfermeras que de ello deriva. En Estados Unidos hay un médico por cada 400 personas. En Liberia, uno por cada casi 72.000.

«En muchos casos, los médicos no disponen de equipos protectores, ni siquiera guantes o máscaras faciales», según ha lamentado esta semana la OMS, que reiteró el inmenso peligro que corren los especialistas que, a pesar de conocer el protocolo de actuación y las probabilidad de contagio por contacto físico, arriesgan sus vidas tratando a pacientes sin las medidas adecuadas.

Por ejemplo, está el caso del doctor liberiano Melvin Korkor, quien durante el principio del estallido atendió a los enfermos con las manos envueltas en bolsas de la compra. Su personal no tomó esa precaución cuando una mujer entró en la consulta con dolor de cabeza. Cinco enfermeras y un técnico de laboratorio atendieron a la mujer con las manos desnudas. Todos ellos están muertos. Korkor resultó infectado, pero sobrevivió a la enfermedad.

El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) exige uno de los protocolos más estrictos del mundo de la medicina en la lucha contra el ébola. El CDC define como «exposición de alto riesgo» el contacto directo con la piel de pacientes infectados sin protección, recomienda el uso constante de batas médicas, máscaras o respiradores, guantes e incluso gafas o escudos faciales. En el momento en que se entra en contacto con un enfermo de ébola, todo el exterior del material de protección debe tratarse como si estuviera totalmente contaminado.

«Estamos en mitad de una de las mayores plantaciones de caucho del mundo y la gente se muere porque no tiene guantes», se queja el ayudante MacFarland Keraulah. La clínica en la que trabaja solo ha recibido una caja de 50 pares de guantes desde abril.

La falta de voluntad política se vio reflejada en las primeras reacciones al brote del Gobierno liberiano. En mayo, un diputado de la oposición calificó de «estafa» las noticias sobre el brote en un país que lleva una década renqueando de 14 años de guerra civil y donde la corrupción es endémica, según informó el 'Wall Street Journal'.

China ha cedido 10.000 trajes protectores pero la dificultad reside en trasladarlos a las clínicas que lo necesitan y en enseñar a los médicos cómo ponérselos.

Además, la OMS recuerda que el equipamiento no transpira, y al poco tiempo de llevarlo se reducen significativamente las capacidades para trabajar por el elevado calor y las molestias que produce, acentuadas en el caso de África occidental por el húmero y caluroso clima tropical. Ello se une al hecho de que «algunos doctores están trabajando más allá de sus límites físicos, con turnos de doce horas, siete días a la semana. Todos estos factores facilitan un error humano», según Naciones Unidas.

El magacín 'Science' ha publicado esta semana el estudio en el que participaron el doctor Humarer Khan y otros cuatro fallecidos, donde se analizan los patrones de transmisión del virus durante las primeras semanas de lo que el equipo llama, sin ambages, «epidemia».

Se trata de la enfermera Mbalu Fonnie –30 años de experiencia en atención a fiebre hemorrágica–, la ayudante Alice Kovoma, el técnico de laboratorio Mohamed Fullah, y el enfermero Alex Moigboi.

El estudio concluye que se tenga muy en cuenta las numerosas mutaciones del virus y el impacto que podrían tener en los diagnósticos, vacunaciones, y «terapias de respuesta crítica» al estallido del virus.

La reducida plantilla del hospital de Kenema sigue acudiendo al trabajo cada día a pesar del estigma social. «Ahora nos llaman las monjas del Ébola», lamenta la religiosa Nancy Yoko. «Las enfermeras del ala general no hablan con nosotras y nuestras familias tienen miedo de que las contagiemos con el virus, pero no tengo miedo. Soy enfermera y hago mi trabajo. Estoy entrenada para el sacrificio», reconoció a UNICEF.

Precisamente la plantilla del hospital ha anunciado este sábado que irán a la huelga, según ha confirmado el supervisor jefe de la clínica, Ismael Mehemoh, quien denuncia que el Gobierno ha dejado de pagar sus salarios de 50 dólares por semana y que las condiciones no les permiten desarrollar su trabajo.

Mehemoh asegura que la instalación cuenta solamente con una camilla que se utiliza para llevar a los pacientes y también a los cadáveres, aumentando el riesgo de infección. La noticia supone un nuevo golpe a los esfuerzos para contener el brote de este virus mortal, que se ha cobrado la vida de más de 1.550 personas desde que se detectase por primera vez en los bosques de Guinea.

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