Haber sufrido abusos sexuales de niña te hace sentir pequeña y necesitas tiempo para llegar a saber quien eres. Es como una condena, como una pena de muerte. China Keitetsi, es una exniña soldado. En el Día Internacional contra la Utilización de Niños/as soldado queremos recordar voces como la suya.
En marzo de 2012, la Corte Penal Internacional condenó a Thomas Lubanga por reclutar niñas y niños en República Democrática del Congo. Un mes después, en abril, el Tribunal Especial para Sierra Leona declaró culpable al ex Presidente de Liberia, Charles Taylor por crímenes de guerra, entre ellos la utilización de niños y niñas como soldados. Ambos procesos han supuesto el fin de la impunidad para el delito de reclutamiento de niños y niñas. Sin embargo, quedaron sin juzgar delitos de violencia sexual perpetrados por los grupos armados bajo el mando de ambos líderes.
La violencia sexual no sólo se emplea como arma de guerra. La niñas soldados son reclutadas para ser esclavas sexuales. Los últimos datos de Naciones Unidas apenas las mencionan. En 2013 y en Colombia había ciento catorce niñas soldados separadas de grupos armados. En Filipinas trece niñas fueron utilizadas como escudos humanos. También había niñas soldados en República Centroafricana. En Somalia veinte niñas fueron sometidas a violencia sexual en el contexto de matrimonios que se vieron forzadas a contraer.
En Sudán hubo niñas utilizadas por el Movimiento de Liberación del Pueblo del Sudán-Norte. En República Democrática del Congo hubo ciento veintisiete niñas reclutadas y sometidas a esclavitud sexual. Únicamente Naciones Unidas menciona siete países. Probablemente la complicada investigación sobre el terreno, debido incluso a la invisibilidad de estas niñas, no incorpora la perspectiva de género necesaria para mostrar su especial vulnerabilidad.
Las niñas sufren especialmente las consecuencias de la violencia de género en sociedades en las que se discrimina a las mujeres
Niñas violadas, con embarazos no deseados en condiciones precarias, que son obligadas a tomar anticonceptivos en algunos casos o a abortar, que dan a luz sin asistencia médica y con grave riesgo para su salud. Niñas no atendidas por los programas de desarme y reinserción ya que no son liberadas por los grupos armados debido a sus lazos familiares con sus integrantes, o porque temen que sus hijas e hijos sean rechazados, o porque sufren el estigma como víctimas de violación. Sin olvidarnos de las que contraen enfermedades de trasmisión sexual y SIDA sin recibir medicación ni atención sanitaria. Tampoco olvidemos a las que no sobrevivieron a estas condiciones.
Es duro pensar que un niño o una niña armada o de cualquier otra manera, participe en la guerra. La psicología infantil no alcanza a entender sobre los desencadenantes y consecuencias estructurales de una situación de conflicto, ni de los intereses económicos del comercio de armas o de la existencia de un armamento ligero que entre varias causas, ha facilitado el reclutamiento de niños y niñas en todo el mundo. En definitiva, niñas y niños siempre son víctimas vulnerables en los conflictos armados. Pero las niñas sufren especialmente las consecuencias de la violencia de género en sociedades en las que además se discrimina de forma sistemática a las mujeres.
La sociedad civil debería tomar conciencia y persistir en la denuncia de esta realidad. Y los Estados, poner en vigor disposiciones estrictas para que se cumpla el Protocolo facultativo de la Convención de derechos del niño, que aumenta la edad mínima para la participación directa en hostilidades de 15 a 18 años. Son los Estados quienes deben asegurarse de impedir el reclutamiento y proporcionar servicios de recuperación a los niños desmovilizados.