El empate técnico que los dos principales partidos británicos mantienen en las encuestas ha convertido a las generales del próximo jueves en una carrera por convertirse en la formación más votada, para así contar con una teórica mayor legitimidad a la hora de formar gobierno en un escenario de ausencia de mayorías absolutas.
Después de que las elecciones de 2010 condujesen a la primera coalición en Reino Unido en casi 70 años, los comicios del 7 de mayo se dirigen a un nuevo escenario sin hegemonías parlamentarias, según avanza la demoscopia y reconocen los propios contendientes, que han convertido el baile de alianzas estratégicas en uno de los protagonistas principales de la campaña.
El candidato laborista, Ed Miliband, quien se estrena como cabeza de cartel, asestó un importante golpe táctico a la estrategia del aspirante a la reelección, el conservador David Cameron, cuando el pasado jueves descartó pactar con los nacionalistas escoceses para llegar a Downing Street.
En las últimas semanas, Cameron había intentado desincentivar el voto laborista en base a la necesidad de Miliband de formar una pinza con el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) para poder obtener la mayoría precisa. No en vano, frente a los seis asientos con los que cuentan en la actualidad en la Cámara de los Comunes, los sondeos les atribuyen la práctica totalidad de los 59 escaños que se disputan en Escocia, lo que los situaría como tercera fuerza en Westminster.
A pesar de la mano tendida por el SNP, que comparte con los laboristas una agenda común contra la receta de austeridad 'tory', el rechazo explícito del aspirante laborista abre la vía a una fórmula poco explorada en Reino Unido desde el final de la II Guerra Mundial, la de un ejecutivo en minoría, una opción que, de acuerdo con cabeceras que citan fuentes próximas a Cameron, el primer ministro estaría también dispuesto a explorar.
El particular sistema electoral británico había generado en los últimos 70 años una confortable alternancia de poder entre conservadores y laboristas. La composición del Parlamento se decide en base a los vencedores de cada una de las 650 circunscripciones en juego, ninguno de los cuales necesita mayoría absoluta para llevarse el asiento, una peculiaridad que, según los analistas electorales, favorece a las formaciones mayoritarias.
Como prueba, desde la II Guerra Mundial tan sólo 16 de los 18 procesos electorales promovidos dejaron un escenario sin hegemonías parlamentarias, el último hace tan sólo cinco años. Como consecuencia, la ciudadanía se había acostumbrado a ejecutivos monocolor con mayoría absoluta, una tendencia tan sólo quebrada en 1974 y en 2010. En el primer caso, el candidato laborista se había atrevido con una administración en minoría, mientras que en el segundo, David Cameron priorizó la estabilidad con un pacto con los liberal-demócratas.
Ante la igualdad en las encuestas, que esta jornada ponen a los suyos ligeramente por delante de los laboristas, aunque no lo suficiente como para aspirar a la hegemonía, el escenario que maneja el 'premier' es intentar formar gobierno si en las primeras horas del 8 de mayo, cuando se espera la conclusión del escrutinio, los datos revelan que los conservadores son la formación más votada.
En 2010 se habían quedado a 23 asientos de la mayoría absoluta, pero entonces era un laborista, Gordon Brown, quien residía en Downing Street y, como consecuencia, quien contaría con la responsabilidad constitucional de intentar formar Gobierno si quedase probado que ninguna otra formación sería capaz de mantener la mayoría.
Opciones de Cameron
Aunque Cameron no rechaza reeditar un bipartito con los liberal-demócratas, quienes se dejan querer tanto por sus actuales socios, como por los laboristas, tampoco descarta intentar emplear un potencial estatus como la formación más votada para formar Gobierno en solitario, retando así a los laboristas a tumbarlo votando 'no' en el denominado Discurso de la Reina, el proyecto clave con el que los Ejecutivos británicos presentan las perspectivas legislativas del año entrante.
Para ello, los de Miliband necesitarían apoyarse en el SNP, precisamente la formación con la que han rechazado pactar para llevar a su hombre al número 10, lo que los dejaría a expensas del compromiso expresado por su líder el pasado jueves durante su última intervención en televisión antes de la apertura de los colegios electorales el próximo jueves.
Por el contrario, los laboristas consideran que si resultan la fuerza más votada –y actualmente calculan que los diputados que los separan de sus rivales son entre cinco y diez– también podrían formar un gabinete en minoría, ya que para que los 'tories' los apeen del poder tendrían que formar una improbable pinza con el SNP, además de que ven difícil que los nacionalistas escoceses voten en contra de políticas clave de su programa electoral.