viernes, septiembre 27, 2024
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¿Quién es Petra László?

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LLevaba mascarilla, nadie más la usaba. Cuando un reportero español le enseño las imágenes de sus patadas a los emigrantes, ella, rubia, madre de dos hijos, periodista de una cadena conservadora y católica, se rió. La chica rubia de camisa vaquera, cámara en ristre que patea los refugiados es Petra László, una periodista anónima hasta ahora.

Hace tan solo unos días la red se incendiaba con las impactantes imágenes de una camarógrafa agrediendo a unos refugiados sirios que pretendían huir del control policial húngaro en la frontera con Serbia. Ella es Petra László, una de las mujeres que ha pasado a formar parte de la lista, al parecer, de los personajes más odiados de la actualidad global. Internet se ha revolucionado ante las escalofriantes imágenes en las que la periodista húngara pone la zancadilla, empuja y patea a algunos refugiados; hombres, mujeres y niños que huyen en masa de su país, Siria, ante el horror de la guerra y la desesperación por alcanzar una realidad mejor.

Probablemente la pregunta que cruzase por la mente de todos los espectadores fue ¿en qué estaba pensando? ¿por qué? O, incluso, puede que el pensamiento no se construyese en forma de pregunta, sino solo con una afirmación o un juicio de valor. Ejemplo de ello son muchos de los mensajes que han dejado miles de usuarios en las redes sociales refiriéndose al tema, por ejemplo, muchos hacían alusión a la máxima que aportó Ryszard Kapuscinski al decálogo universal del buen periodista, en la que afirmaba que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas”. Pero, ¿qué hay detrás de aquella cruel reportera que agredía a los ‘pobres’ refugiados (porque el imaginario colectivo común nos los ha calificado con ese adjetivo)? ¿Quién es, en realidad, Petra László?

La identidad y el nombre de Petra László eran prácticamente desconocidos hasta el viral episodio que le ha puesto en el punto de mira de las críticas mundiales. Sobre la reportera húngara los datos son más bien escasos, se desconocen detalles de su vida personal, salvo los que ella misma, sus compañeros o el medio para el que trabajaba han aportado en declaraciones a la prensa. László era, hasta hace unos días, una reportera de la cadena húngara 'N1 TV', de la que fue despedida días después de lo sucedido con los refugiados sirios. La misma cadena tachaba la actitud de su empleada como “inaceptable” y afirmaba que, por su parte, el caso estaba “cerrado”; tras dar a conocer la destitución de László a través de Facebook.

La cadena nacional de Hungría, 'N1 TV', también conocida como 'Nemzeti 1'; está asociada al partido de extrema derecha Jobbik, que apoya al actual Gobierno húngaro dirigido por el conservador Viktor Orbán. Además, la cadena, que se califica así misma como “cristiana y conservadora”, aunque se basa “en los valores del respeto”, cuenta con diversos programas y magazines relacionados también con inmigrantes, e incluso en uno de ellos colabora uno de los miembros de Jobbik. László, que llevaba trabajando solo unos meses en 'N1 TV', estaba también relacionada con el grupo extremista, que ya había cometido otros actos vandálicos contra inmigrantes y refugiados.

Los compañeros reporteros que estaban grabando también la huida en la localidad de Röszke, frontera de Hungría con Serbia, cuentan de ella que además era la única que llevaba mascarilla para filmar aquellas imágenes. Por ejemplo, el periodista español Javier Pascual contaba a través de Twitter que él fue probablemente el primero en enseñar a László las imágenes de sus patadas a los refugiados. Al visualizarlas, explica Pascual, ella “lo primero que hizo fue reírse”.

Un ataque de pánico

La reportera más criticada por la sociedad del momento, aunque no se disculpó al ser despedida por el medio para el que trabajaba y pese a demostrar una especie de cinismo frío, según los testimonios de los otros reporteros que vieron a László agredir a los refugiados; sucumbió a la presión social y terminó pidiendo perdón este viernes a través de una carta publicada en los medios de comunicación.

Petra László trataba de explicar su comportamiento alegando que sufrió un ataque de pánico, lo que le impulsó a agredir a aquellas personas. «Siento sinceramente lo ocurrido. Prácticamente estoy en un estado de shock por lo que hice, y por lo que están haciendo conmigo», explicaba la reportera en el comunicado. Además, László afirma que asume su responsabilidad y se arrepiente de lo acontecido, diciendo también que lamenta mucho «como madre» que “el destino” le llevase a golpear a una niña, algo que “no percibió” en aquel momento. «Estaba en pánico, y ahora me veo en las grabaciones como si no fuera yo», prosigue en sus declaraciones.

La camarógrafa explica que sintió “pánico” al ver a aquella multitud de refugiados correr hacia ella, y que ante situaciones de pánico “es difícil tomar decisiones correctas”, y que ella “no pudo”. «Solo soy una mujer, una madre ahora ya sin trabajo que en una situación de pánico tomó una decisión equivocada», añade también. La periodista ha sido interrogada por la Policía de Budapest, está acusada de vandalismo y podría ir a la cárcel; aunque ella asegura que no se merece “la caza de brujas” que se está cometiendo contra ella, y que no es una «reportera racista pateaniños».

Críticas a su comportamiento

Además de las múltiples críticas y mensajes que dedicados a László por parte de miles de usuarios en las redes sociales (incluso en Facebook se ha creado una página llamada “El muro de la vergüenza Petra Lászlo”) y periodistas; también algunas naciones, como Austria, han criticado la actitud y el comportamiento de Hungría con respecto a los refugiados, sugiriendo incluso que su trato hacia los refugiados podría ser digno del de la época nazi. «Subir a refugiados en trenes para enviarlos a un lugar completamente diferente al que se piensan que van me recuerda el capítulo más oscuro en la historia del continente», afirmaba en unas declaraciones Werner Faymann, el canciller austriaco. Al parecer el tren que trasladaba a los refugiados hasta la frontera con Austria se detuvo a 35 km de la capital húngara, donde las autoridades habían instalado un campamento.

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