Los sindicatos europeos (CES) han celebrado su 13 Congreso en París a lo largo de esta semana. De martes a viernes, 509 delegados de 90 sindicatos y 39 paises han debatido sobre la situación de trabajadores y trabajadores europeos, en un contexto de creciente nacionalismo y crisis migratorias. Los sindicatos, bajo el lema de «una sociedad justa», han buscado respuesta los recortes de derechos sociales y las políticas de austeridad.
El Congreso fue abierto con la Presencia del Presidente Francés François Hollande, así como por los Presidentes de la Comision y el Parlamento, Jean-Claude Juncker y Martin Schulz.
Todos ellos han debido escuchar serios reproches de los sindicalistas en relación con la debilidad del diálogo social europeo que ha tenido, durante la crisis, un peso muy débil y con escasos avances.
Iniciado hace treinta años por Jacques Delors, que pretendió asociar a los agentes sociales a las decisiones de la Unión, se ha visto reducido, según denuncian los sindicatos, a expresiones mínimas en el periodo de crisis. Juncker, en respuesta, ha prometido «un pilar europeo de derechos sociales con un papel central para los agentes sociales».
Los sindicatos han denunciado la crisis económica y de empleo que padece la Unión. El crecimiento de las desigualdades es el resultado de un dumping social construido sobre la reducción salarial y los recortes de protección social, según los sindicalistas.
El presidente de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) en este periodo y secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, inició en su intervención la crítica a las políticas de austeridad, «cuyo único mérito, resaltó Toxo, ha sido prolongar la duración de la crisis y el sufrimiento».
La CES se ha propuesto construir una alternativa a la austeridad sobre la base de unidad política, un sistema financiero unificado; un sistema fiscal común y un Banco central que se asemeje a la Reserva Federal norteamericana, junto a políticas de cohesión social. La pervivencia del modelo social europeo, señaló Toxo, exige recuperar la centralidad del trabajo como clave de la organización europea.
La materialización de estos objetivos, según el manifiesto acordado por el Congreso de los sindicatos europeos, exige un plan de inversión europeo, una serie de ambiciosas normas sociales y un salario mínimo legal.
La Confederación de Sindicatos Europeos tiene importantes pretensiones pero sus miembros no movilizan a escala europea los recursos que usan en sus respectivos países. Ejerce, en la mayoría de los casos, la función de Portavoz del mundo del trabajo frente a la patronal y las instituciones.
Las culturas sindicales europeas son muy diferentes, especialmente entre los países del norte y del sur europeo, y no será fácil para las distintas organizaciones construir la base común de las políticas que sustituyan a la austeridad que ha prevalecido en los últimos años.
Muchos analistas añaden a estas dificultades, la pérdida de peso y afiliación provocada por el desempleo y las reformas laborales aplicadas en el periodo de crisis económica.