miércoles, noviembre 27, 2024
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Denuncian a dos psicólogos por el programa de «interrogatorios reforzados»

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Tres ex prisioneros de la CIA han presentado este martes una demanda contra los dos psicólogos que diseñaron el programa de «interrogatorios reforzados» que, según admitió el Senado, se tradujo en torturas sistemáticas que no consiguieron reducir la amenaza terrorista.

Los demandantes son Gul Rahman, Suleiman Abdulá Salim y Mohamed Ahmed Ben Soud que fueron torturados por la CIA siguiendo la 'hoja de ruta' diseñada por estos psicólogos a pesar de que nunca fueron acusados formalmente.

Las acusaciones se dirigen contra James Mitchell y John Bruce Jessen, dos psicólogos contratados por la CIA para «adoptar la tortura como política oficial y ganar millones de dólares de paso», según ha denunciado la ACLU, representante legal de los tres demandantes.

«Mitchell y Jessen conspiraron con la CIA para torturar a estos tres hombres y muchos otros con un programa supuestamente científico y seguro cuando en realidad no era ninguna de estas dos cosas», ha dicho Steven Watt, un abogado de la ACLU.

«Era un programa ilegal con métodos bárbaros», ha afirmado Watt, detallando que los demandantes fueron lanzados contra paredes, encerrados en cajas, encadenados en posiciones dolorosas, privados del sueño y de la alimentación y sometidos a diversas torturas con agua.

Para la ACLU, Mitchell y Jessen «violaron el código ético de 'no hacer daño' que caracteriza a los profesionales de la Psicología, dedicados a ayudar a la gente, y lo hicieron además de una de las formas más abominables que se puedan imaginar».

Como perros

El programa ideado por Mitchell y Jessen estaba basado en una serie de experimentos con perros llevados a cabo en la década de 1960 consistentes en infligir un dolor intenso, tanto físico como mental.

Los animales fueron sometidos a descargas eléctricas que les llevaban a un colapso que los psicólogos definieron como «un estado de impotencia» en el que las personas no podrían resistirse a dar información.

Mitchell y Jessen elaboraron una «tortura sistematizada» en varias fases para «romper» a los prisioneros que supervisaron en primera persona para constatar el resultado de su «teoría».

«No solo fue cruel e inhumano, sino que violó la prohibición internacional de experimentar con personas, en vigor desde la Segunda Guerra Mundial», ha dicho Dror Ladin, otro miembro del equipo jurídico de la ACLU.

Torturado hasta la muerte

Uno de los demandantes es la familia de Gul Rahman, que murió a causa de las torturas sufridas a manos de los agentes de la CIA siguiendo el programa de Mitchell y Jessen.

Rahman era un afgano refugiado junto a su mujer y sus cuatro hijas en Pakistán que vendía comida. Fue capturado durante un control médico llevado a cabo en Islamabad en 2002 y entregado a la CIA para que fuera interrogado en uno de sus «puntos negros».

De acuerdo con un informe del Senado, Rahman murió por hipotermia tras ser obligado a permanecer desnudo durante horas sin recibir comida ni agua. Su familia nunca ha recibido el cadáver ni la notificación de su deceso.

Los otros dos demandantes –Salim, un pescador tanzano que vivía en Somalia, y Ben Soud, un libio opositor al régimen de Muamar Gadafi– lograron sobrevivir pero tienen secuelas psicológicas de su paso por las cárceles clandestinas de la CIA.

«La terrible tortura que sufrí aún me persigue», ha contado Salim. «Todavía tengo flashbacks, pero he aprendido a vivir con ellos gracias a un psicólogo que quiere ayudar a la gente, no hacer daño», ha subrayado.

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