En la actualidad, 140 millones de mujeres y niñas sufren las consecuencias de la Mutilación genital femenina (MGF). Para evitar que esto siga sucediendo, el 6 de febrero se celebra el día Internacional de tolerancia cero a la ablación. Egipto, Etiopia e Indonesia son los lugares donde se lleva a cabo un mayor número de mutilaciones, aunque en los últimos años la cifra se ha extendido a Occidente.
Se trata de una violación de los derechos humanos de las mujeres y niñas. Esta actividad refleja una desigualdad entre los sexos, y constituye una forma extrema de discriminación de la mujer. Son los diversos mitos los que llevan a esta práctica como que la niña no es circuncidada antes del casamiento, que el marido morirá o que la matrona que ayuda a la madre en el parto quedará ciega. Pero lo cierto es que las únicas consecuencias las sufre la víctima, que se ve obligada a someterse a un proceso doloroso y sin ningún beneficio para su salud.
El paso de niña a mujer se convierte en un auténtico terror para las jóvenes cuando se someten a la ablación. En muchos casos se trata del abandono de la infancia por obligación, ya que se les realiza esta práctica con tan sólo 5 años. La edad media para realizar la mutilación suele rondar los 15 años, cuando las niñas se someten al corte de sus genitales mediante herramientas como bisturís, hojas de afeitar o cuchillos. Además, las matronas que realizan la acción no tiene conocimientos sobre medicina. Sin anestesia, las menores sufren un dolor al que no pueden negarse porque su sociedad les obliga. El procedimiento no es beneficioso para la salud de la víctima, sino que puede provocar graves consecuencias como hemorragias, quistes, infecciones e incluso la infertilidad. Además, puede haber complicaciones en el parto y aumentar el riesgo de muerte del recién nacido.
A día de hoy se sigue practicando, y aunque cada vez es mayor la concienciación en la sociedad, no es suficiente para frenar la situación. Geeta Rao Gupta es la subdirectora ejecutiva de UNICEF y explica que “La mutilación genital femenina varía según las regiones y culturas, con algunas de ellas implicando amenazas sanitarias que amenazan la vida”. A su vez, ha pedido acelerar los esfuerzos para eliminar esta práctica a “los gobiernos, los profesionales sanitarios, los líderes comunitarios, los padres y las familias”
Medidas para luchar
El último en sumarse es el Observatorio de Igualdad de Género de la Universidad Rey Juan Carlos, que apuesta por la formación de diversos profesionales desde médicos o enfermeros hasta abogados que se relacionan a diario con personas procedentes de 29 países donde es habitual la ablación.
Las ONG desarrollan un papel fundamental mediante la realización de actividades para informar de las consecuencias de la ablación en los hogares de la comunidad o el apoyo a las mujeres que luchan contra la mutilación genital femenina. La ONG Mundo Cooperante decidió apostar por convencer a algunas mutiladoras keniatas de dejar su trabajo de bisturí y dedicarse a la confección de bisutería massai.
Otras medidas son tomadas por los propios países como el caso de Gambia que el pasado diciembre aprobó su primera ley contra la ablación. La pena de cárcel y las multas económicas son algunas de las medidas que incorpora esta norma. En el caso de que la niña fallezca, la pena de cárcel es de por vida.