Más de 400.000 personas han perdido la vida en Siria y la situación en este país está lejos de solucionarse. Los esfuerzos diplomáticos para derrocar a Bashar Asad no llegaron a buen puerto -Rusia tuvo buena culpa de ello tras entrar en el conflicto en septiembre de 2015- y los civiles fueron los mayores damnificados. Alepo, la segunda ciudad Siria, está controlada en su mayoría por las fuerzas afines al régimen y las atrocidades contra la población, tal y como denuncia la ONU, están lejos de desaparecer.
El foco sigue puesto en los últimos tres barrios en manos de los opositores. Allí, tal y como explica el portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Rupert Colville, “la gente es ejecutada en sus domicilios, pero también en las calles cuando intentan huir… O mueren a causa de los bombardeos”.
Las ejecuciones masivas de civiles a manos de Asad han alertado al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el cual ha subrayado “la obligación de proteger a los civiles”. De momento, el organismo internacional tiene documentada la muerte de 82 civiles, entre ellos mujeres y niños.
El intento de Rusia y Turquía por facilitar la evacuación de los civiles de la ciudad no garantiza al cien por cien su seguridad. La ONU tiene constancia de que los responsables reales no son sirios, sino miembros iraquíes del Movimiento al Nuyabá, una fuerza patrocinada por Irán y que es aliada número uno de Asad.
Otra de las barbaridades llevadas a cabo por las fuerzas afines al régimen es el adoctrinamiento forzosos de yihadistas y milicanos opositores para incluirlos en sus tropas. Los que no sirven serían ejecutados.
J.Torrado