El pasado 29 de abril en la acostumbrada conferencia matutina el Presidente Andrés Manuel López Obrador fue cuestionado respecto a los sucesos en Venezuela, donde el auto proclamado Presidente fidedigno Juan Guaidó exhortaba a los ciudadanos a salir a las calles a realizar una manifestación y a través de noticias falsas sobre la toma de cuarteles militares para provocar un golpe de Estado.
AMLO fijó posición al decir: “…no intervenir en estos casos, es muy clara nuestra postura deseamos que haya diálogo, que se respeten los Derechos Humanos, que no se apueste a la violencia en todos los países del mundo. Pero no intervenimos porque el respeto al derecho ajeno es la paz “
Por su parte el canciller Marcelo Ebrard fijó la postura en redes sociales: “El gobierno de México sigue atentamente la situación que está ocurriendo en Venezuela y expresa su preocupación por la posible escalada de violencia. México reitera su compromiso por encontrar una solución pacífica a esta crisis.”
El intento de golpe fue un fracaso; la movilización de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y de las milicias, asfixió a los manifestantes que intentaron tomarlas. Si bien hubo caos, relatado de manera exponencial por los medios internacionales, donde el proyecto de Guaidó tiene verdaderamente eco.
En esta ocasión Estados Unidos y sus aliados en la OEA se quedaron solos en el apoyo golpista. El resto de los países que simpatiza con Guaidó tomó una posición moderada reiterando el apoyo a un proceso pacífico y democrático. El gobierno mexicano ya abiertamente alejado de la esfera de influencia norteamericana se mantuvo a favor de esa misma solución negociada y pacífica; esto llevó a la estridencia acostumbrada de la derecha ligada a los intereses de los bancos internacionales, las empresas mineras y de telecomunicaciones que han dictado la política exterior en la extinta era del neoliberalismo.
Un gobierno legítimo no puede ponerse del lado de un golpe de Estado. La Constitución de la República le provee argumentos para fundar en la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, una política exterior digna y soberana. El texto constitucional es producto de nuestra historia, de la lucha permanente en contra de las invasiones y la ambición.
Cabe recordar el texto del cubano Pablo de la Torriente Brau, quien recupera la escena durante la guerra civil española sobre lo que representa una bala mexicana:
En el intercambio de insultos de un parapeto a otro, el del bando Nacional le pregunta: oye periodista cubano ¿cómo es que siendo tú tan humanitario como dices nos acusas de emplear aviones italianos y en cambio te jactas de que nos disparan con balas mexicanas? a lo que Él responde: los aviones italianos sirven aquí como en Abisinia, para atropellar y asesinar un pueblo mientras que una bala mexicana siempre ha significado una lucha por la libertad de los pueblos.
Con un gobierno legítimo, alejado de la hegemonía del Imperio, México se puso pantalones largos; ahora la política exterior es igual a una bala mexicana.
Ariel Maldonado Leza