Keiko Fujimori, hasta hace no mucho tiempo considerada la mujer más poderosa de Perú, cumple este jueves un año en prisión tras caer desde la cima debido a errores propios y a las investigaciones de un fiscal implacable.
La líder opositora y primogénita del también encarcelado expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) manejaba desde las sombras los hilos del poder en Perú, pero una suma de desaciertos la llevaron a un despeñadero judicial y político.
“Keiko no solo ha sido la mujer más poderosa, sino que fue la persona más poderosa del Perú entre el 2016 y 2018”, dice el analista político Augusto Álvarez.
En prisión preventiva, Keiko es investigada por lavado de dinero, por supuestamente blanquear US$ 1.2 millones en donaciones ilegales de campaña de la brasileña Odebrecht, cargo que ella niega.
En la actualidad, señala el analista Luis Benavente, “sigue teniendo bastante poder a pesar de estar en la cárcel, pero se ha reducido”.
Desde la prisión de mujeres de Chorrillos, en el sur de Lima, Keiko ha visto a su partido desangrarse y perder apoyo popular, después de haber estado dos veces cerca de ganar la presidencia de Perú, en el 2011 y 2016.
“Ha llegado el momento de volver a empezar”, dijo Keiko el martes, un día después de que su padre -condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad- llamara a la familia a unirse para salvar al movimiento político que fundó hace tres décadas.
El fujimorismo, una amalgama populista de conservadurismo moral y economía neoliberal que desde 1990 consiguió votos en todos los estratos sociales, corre el riesgo de convertirse en un partido minoritario.
Su próximo reto son los comicios legislativos del 26 de enero, convocados por el presidente Martín Vizcarra tras suspender el Congreso hace un mes.
La disolución socavó aún más el ya mermado poder de Keiko, quien dirigía ese órgano con su gran influencia sin siquiera ser legisladora.
La derrota del 2016
Fue el fiscal más famoso de Perú, José Domingo Pérez, quien puso a Keiko tras las rejas el 31 de octubre del 2018, a raíz del megaescándalo de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht, que salpicó también a cuatro expresidentes peruanos.
Para evitar que interfiriera en las indagaciones de la fiscalía, Pérez pidió a la justicia que mandara a Keiko a prisión preventiva por 36 meses.
En setiembre, la Corte Suprema redujo el tiempo a 18 meses, por lo que la opositora quedará libre el 30 de abril del 2020, o incluso antes si el Tribunal Constitucional acoge un recurso de amparo presentado por su hermana Sachi, lo que puede ser anunciado en cualquier momento.
En el 2016, a Keiko se le quemó el pan en la puerta del horno, como enuncia el dicho popular: perdió la presidencia por apenas 40,000 votos ante el banquero Pedro Pablo Kuczynski.
La candidata creyó que le habían robado la victoria, por lo que aceptó a regañadientes la derrota, pero nunca felicitó al vencedor. A pesar de perder la presidencia, su partido Fuerza Popular ganó 73 de las 130 bancas del Congreso unicameral.
Obnubilada por el poder y la falsa sensación de que le había robado la elección, una serie de errores la empujaron a una caída libre que continúa.
“Su fatalidad”
Keiko, de 44 años, usó su mayoría parlamentaria para mantener contra las cuerdas a Kuczynski hasta forzarlo a renunciar en marzo del 2018.
Sin embargo, no pudo acorralar a su sucesor, Martín Vizcarra, quien ha ganado un récord de popularidad al cerrar el Congreso y emprender una guerra contra la corrupción, uno de los males de Perú.
«Súbitamente, Keiko dejó de ser la persona más poderosa por su incapacidad de aceptar la realidad, su torpeza, su promiscuidad con la corrupción, acabando en la cárcel al igual que su padre», destaca Álvarez.
Según Benavente, «el principal motivo de su pérdida de poder ha sido no saber administrar su poder en la oposición».
«Ella se instaló el 28 de julio del 2016 (día en que asumió Kuczynski) y dijo ‘gobernaré desde el Congreso’ y esa fue su fatalidad», agregó.
Un tema pendiente para Keiko es la reconciliación con su hermano Kenji, a quien hizo marginar del Congreso tras un escándalo en el 2018.
Álvarez afirma que las decisiones de Keiko acabaron con «su hermano vendiendo huevos en el mercado, su familia destruida, su partido demolido y su reputación pulverizada».
La eventualidad de que Keiko vuelva al centro de la escena política una vez liberada no es imposible en Perú, donde antes lo han hecho otros políticos caídos en desgracia.
Para el analista Fernando Rospigliosi, sin embargo, “será muy difícil que se recupere, por lo menos durante algunos años, después quizá tal vez para las elecciones del 2026”.
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