Durante este tiempo, el líder del izquierdista Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha imprimido una nueva forma de gobernar, con ruedas de prensa diarias y un duro discurso contra la corrupción, aunque también ha demostrado un fuerte personalismo y poca tolerancia con las críticas
Las brutal matanza contra la familia mormona LeBarón y el caos desatado en la ciudad de Culiacán por el intento de captura de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín «El Chapo» Guzmán, son un buen termómetro para calibrar el estado de la violencia y del crimen organizado en México.
Según datos oficiales, México registró 28.741 homicidios dolosos en los primeros 10 meses de 2019, por lo que va en camino de cerrar el año como el más violento desde que hay registros.
López Obrador prometió acabar con la guerra militar contra el narcotráfico iniciada por sus antecesores, pero para combatir la inseguridad ha creado la Guardia Nacional, un nuevo cuerpo de seguridad formado por policías y militares, criticada por perpetuar la presencia de soldados en las calles.
La intención de Donald Trump de declarar los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas ha abierto la enésima crisis entre México y Estados Unidos, que en junio vivió su máxima tensión cuando el Gobierno mexicano tuvo que endurecer sus políticas migratorias para evitar la imposición de aranceles de Washington.
Aunque la relación entre el presidente izquierdista y los empresarios ha sido abiertamente más positiva de lo previsto en la campaña, la economía mexicana cayó en recesión en el primer semestre de 2019 y se espera que cierre el año con un crecimiento de alrededor del 0 %.
El economista Héctor Villarreal atribuyó este estancamiento a que el consumo se enfrió, la inversión privada nacional estuvo «muy congelada», el Gobierno gastó menos de lo presupuestado y hubo incertidumbre por el retraso en la ratificación del acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
«Una parte del nuevo Gobierno llegó con posturas muy agresivas al querer revisar contratos de la administración anterior, por lo que los proyectos de inversión se pusieron a la defensiva», explicó el también profesor del Tecnológico de Monterrey.
Ante el evidente estancamiento, López Obrador ha desechado su promesa de alcanzar un 2 % de crecimiento en 2019 y ha puesto el acento en sus programas sociales y en otros datos económicos como el aumento de la inversión extranjera.
Asimismo, ha mantenido invariable su promesa de no aumentar impuestos y aplicar una severa austeridad gubernamental, lo que derivó en desabastecimiento de algunos medicamentos y la renuncia en julio del entonces ministro de Hacienda, Carlos Urzúa.
Si en algo ha innovado López Obrador ha sido en su estrategia comunicativa, que pasa por una rueda de prensa diaria de lunes a viernes a las siete de la mañana en la que se somete a dos horas de preguntas.
En estas ‘mañaneras’, ha sabido «conectar con la gente gracias a un lenguaje común propio de una conversación en un taxi o en el mercado», contó a Efe Oscar Casillas, experto en comunicación política de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
También ha imprimido un discurso «grandilocuente», al declararse heredero de los grandes padres de la patria mexicana, y una gran habilidad para abrir debates en la opinión pública como el de si España debe disculparse por la conquista.
Con todo, ha sido señalado por criticar con vehemencia a sus opositores y referirse a los medios de comunicación que no lo apoyan como «prensa fifí»
Según diferentes encuestas, López Obrador cierra su primer año con una popularidad que ronda entre el 60 % y el 70 %.