En Rusia, con una población de casi 145 millones de personas, hasta el momento fueron registrados 10 casos de la enfermedad originada en China, según informaron este sábado fuentes oficiales.
Tras la propagación de la infección por el gigante asiático, Rusia cerró su frontera terrestre con el país vecino e impuso controles sobre los ciudadanos chinos que ya se encontraban en su territorio.
Ante la difusión del coronavirus, Moscú ha extremado las medidas de precaución e impuso cuarentenas a viajeros llegados desde varios países europeos, entre ellos, España, Alemania, Francia e Italia.
Un decreto, firmado por el alcalde Serguéi Sobianin, obliga a los ciudadanos que entran en Rusia procedentes de países con una «situación desfavorable» por el COVID-19, a «autoaislarse en casa» durante dos semanas.
La disposición provocó confusión y quejas entre muchos ciudadanos- tanto rusos como extranjeros – que aún no saben cómo se aplicará la medida y cómo ello afectará su libertad de viajar.
El grado de vigilancia sobre sus nacionales generó malestar en Pekín que llegó a protestar ante el Ayuntamiento de Moscú por las medidas impuestas.
«En ningún país, ni en Estados Unido ni otros países occidentales, se dan casos como el de Moscú, donde se controla especialmente a los ciudadanos chinos en el transporte público», decía una misiva de la embajada china en Rusia.
Por su parte, las autoridades de la capital rechazaron las críticas y aseguraron que las medidas se enmarcan en los protocolos para la gestión de las emergencias y se aplican a todo el mundo.
Entre los controles impuestos estos días se encuentran también mediciones de temperatura en los lugares de trabajo, centros de estudios, hospitales y la cancelación de algunas actividades escolares que implican concentración masiva de alumnos.
El centro de crisis para la gestión de la emergencia en Moscú cambió su horario para trabajar las 24 horas del día.
En vista del carácter impredecible de la situación y la imposibilidad de divisar el final del COVID-19, Rusia canceló esta semana su foro empresarial más importante del año programado para junio en San Petersburgo.
Se trata de la primera vez que se suspende el «Davos ruso», una cita empresarial que se celebra desde 1997 y que el año pasado reunió en la antigua capital de los zares a cerca de 20.000 representantes de 145 países, incluidos varios jefes de Estado y de Gobierno.
Anteriormente, Rusia también aplazó por un tiempo indefinido el foro anual de inversiones de Sochi, creado en 2002 y que este año tenía que celebrarse entre el 12 y el 14 de febrero.
La misma decisión fue adoptada este viernes en relación con el foro económico de Krasnoyarsk, programado inicialmente para finales de marzo.
La suspensión de los grandes eventos empresariales puede pasar una alta factura a la economía, según expertos locales que advierten además que las pérdidas de las compañías por la cancelación de los foros puede ascender a miles de millones de rublos.
Mientras en la calle, la vida sigue su ritmo habitual y los ciudadanos siguen llenando como cada día el transporte público para ir a trabajar sin dejar de asistir también a actividades culturales y de ocio.
Un número muy reducido de los habitantes de Moscú lleva mascarillas, aunque estas ya llevan días agotadas en las farmacias.
“Las mascarillas que teníamos eran de fabricación china y ya no las traen. La fábrica rusa que las ha de suministrar ahora tiene demasiados pedidos y no da abasto”, dijo una farmacéutica.
Y agregó: “Lo más fácil es que las haga cada uno en su casa con gasa, no es difícil”.
Las autoridades de la capital rusa destinaron también un hospital a estrenar en el sur de la ciudad para el tratamiento de los pacientes del COVID-19, que hasta ahora han sido seis en Moscú.
Algunos moscovitas sospechan no obstante que los enfermos posiblemente serán más, sin que sus síntomas se diferencien mucho de los que presenta un paciente con gripe estacional, por lo que, dicen, muchos no acuden a los médicos
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