viernes, noviembre 22, 2024
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Enfermeros y tecnólogos médicos: los otros héroes caídos

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Mary Arévalo Ruiz, con más de la mitad de su vida dedicada al servicio de la salud, murió la tarde del jueves 21 de mayo en el mismo hospital donde los últimos diez años luchó para enfrentar diversas enfermedades endémicas de su natal región, Ucayali. Mary fue la víctima mortal número 10 de la lista de 13 enfermeros que hasta hoy han fallecido a causa del COVID-19 en el Perú, pero ni ella ni sus colegas son una cifra más.

“Ella quería poner un grano de arena en este mar de esfuerzos”, dice Juan Chota, su hijo, quien admira a Mary, no solo porque ella le dio la vida, sino porque, a sus 65 años de edad -cuando ya podía retirarse de la profesión- decidió continuar, a través de videollamadas, brindando atenciones para frenar el avance del coronavirus. “Yo hablaba con ella por teléfono todos los días y me decía: ‘Sé que puedo hacer más’”.

A los 18 años, Mary empezó como auxiliar de técnica de enfermería en una de las primeras clínicas de la ciudad de Pucallpa. Luego logró estudiar y licenciarse como enfermera y, ya casada, siguió una maestría en enfermedades metaxénicas. Un cáncer de mama recurrente nunca la venció. Estudió Derecho. “Siempre hacía servicio social”.

Durante el estado de emergencia, acudió dos veces al Hospital Regional de Pucallpa, donde laboraba, para unas reuniones. Según su hijo, ella fue obligada y en una de esas visitas se habría contagiado del Covid-19. “Primero estuvo tratándose en casa. Llamó a la Diresa para que le tomen la prueba y, déjeme decirle que hasta que mi madre falleció, nunca llegaron”.

El problema respiratorio de Mary fue avanzando, por lo que sus familiares la llevaron al Hospital de Contingencia, destinado para casos COVID-19 y donde ella ejercía su labor como enfermera antes de la pandemia. “En esa sede no había especialistas. Un doctor nos dijo: ‘Si tu mamá se queda acá, se muere’. No tenemos ni un respirador’”.

Entonces decidieron llevarla al hospital regional, pero, según denuncia su hijo Juan, una serie de ineficiencias habría sido el detonante para que la enfermera no continúe en su lucha por la salud del país. “La recibieron, pero no la atendieron por más de 12 horas. Luego nos dijeron que no había adrenalina (una medicina para el tratamiento de paro cardíaco), por lo que nos fuimos a buscar hasta en 12 farmacias. Cuando regresemos nos dijeron que mi mamá había muerto”.

Juan aún tiene dolor, pero también busca justicia. «Imagínate si esto pasa con una enfermera, qué pasara con un ciudadano de a pie. Estamos perdiendo la guerra por un montón de ineficiencia, por la desmoralización de los soldados de primera línea y por la falta de medicinas y oxigeno».

Para el Colegio de Enfermeros, “hoy más que nunca estamos dando lo mejor de nosotros, nuestra vocación de servicio y profesionalismo se hace visible y recibe el reconocimiento de la población, aunque no de nuestras autoridades”.

Las pérdidas en Loreto

De los 13 enfermeros y enfermeras fallecidos, seis trabajaban en la región Loreto. Melissa Hashanga Marichi, egresada de Enfermería, fue una de ellos. Melissa, la primera invaluable pérdida de estos héroes invisibles, tenía 32 años, una pequeña hija, y sonrisas para mostrar en cada fotografía, así como en la vida. Melissa partió a causa del COVID-19 el 25 de abril.

«La Quinta Iglesia Bautista de fe y el pastor Gabriel Monge manifiestan su sentido pésame por el fallecimiento de la hermana Melissa Hashanga, miembro de la Iglesia, a quien por la voluntad de Dios hoy goza de eterna paz y creemos que pronto volverá con el Señor en las nubes», se lee en una publicación que escribió un miembro de la iglesia evangélica a la que pertenecía la enfermera.

Según Felicita Saavedra, secretaria general del Sindicato de Enfermeras de Loreto, “el 80% del personal de salud del hospital regional está enfermo”. Y aunque en la ciudad de Iquitos los casos han ido disminuyendo y se han entregado más medicinas, en otras provincias de la región “estamos colapsados”.

Silvana Peña Grández fue parte de este 80% que refiere Felícita. Desde hace cuatro años trabajaba en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital regional, el mismo lugar que la vio morir el martes 26 de mayo. Cuando Silvana enfermó, en la ciudad de Iquitos aún no había pruebas suficientes. Así que, en un primer momento, pensó que la fiebre podría deberse al dengue. “Al comienzo de la enfermedad, el hospital no estaba preparado, cada uno debía comprarse sus trajes de protección de su propio bolsillo. Eso hizo ella”, cuenta Nilo, esposo de Silvana.

La secretaria general del Sindicato de Enfermeras de Loreto confirma que aún hoy los equipos de protección personal (EPP) son entregados cada mes y el pago del sueldo no es puntual. “Es para llorar, muy penoso todo esto”.

Pese a estas carencias, Silvana no dejó de trabajar. «Amaba estar en UCI. Estudió en Lima una especialidad para pertenecer a esta área y luego regresó a Iquitos para seguir ayudando y enseñando a sus compañeras», recuerda Nilo.

Aún cuando los síntomas del Covid-19 se hacían cada vez más presentes y Silvana tuvo que ser internada, no dudó en explicar cómo ayudar a los otros pacientes. “En vista de que los enfermeros más experimentados y de mayor edad se habían retirado o enfermado, ella, desde su cama, apoyaba a las enfermeras más jóvenes, sacaba fuerzas de donde no tenía. Siempre decía: ‘La vocación es lo que llevo dentro’”, agrega su esposo, quien hoy la recuerda como una persona alegre, bromista y con ganas de colaborar con todo el que se lo pudiera. “Incluso se preocupaba. Ella se sentía mal cuando no ayudaba”.

El próximo 25 de agosto, Silvana hubiese cumplido 40 años y los iba a celebrar junto a su hija, quien festejaría sus 15 el mismo día. «Creía que iba a salir de alta, pero cuando ya empezó a sentirse un poco débil, dijo que era la voluntad de Dios. Ella decía que las familias son eternas», agrega Nilo con evidente tristeza. Hasta el momento, Silvana Peña es la última víctima de los guerreros de traje turquesa en el país.

Además de las pérdidas en Loreto, tres enfermeros fallecieron en Lima, dos en Ucayali, uno en Lambayeque y uno en Puno. El Colegio de Enfermeros indica que hay más de 3.200 enfermeros con Covid-19 en el país y que muchos permanecen en riesgo de perder la vida. “Ellos se encuentran en la primera línea de lucha contra este enemigo invisible, a pesar de los riesgos y del miedo”.

La institución también enfatiza que la modalidad de contratos de muchos enfermeros es “infrahumana (por locación de servicio). Requerimos remuneraciones justas y dignas, de acuerdo con la escala remunerativa, así como las condiciones laborales de acuerdo a las normas vigentes en el país”.

La trascendencia de los tecnólogos médicos

“En la misión del deber”. Esta era la frase más pronunciada por Edinson Escamilo Acevedo (59), un tecnólogo médico que laboraba desde hace 26 años en el hospital San José de Villa El Salvador, y que murió a causa del coronavirus el pasado 19 de mayo. “Desde que empezó la emergencia, muchos pidieron licencia en su área, pero él decidió quedarse en el laboratorio”, cuenta Katherine, su sobrina, quien recuerda que su tío, como la mayoría de sus colegas, tuvo que comprarse su traje de protección con su propio dinero.

Ser un tecnólogo médico es una profesión muchas veces invisibilizada, pero que viene siendo vital en esta lucha. La carrera tiene seis especialidades: laboratorio clínico (toma de muestras), radiología (obtiene imágenes de tomografía), terapia física y rehabilitación (interviene en la etapa crítica de pacientes Covid-19), terapia ocupacional, del lenguaje y optometría.

Edinson era laboratorista clínico. Es decir, tomaba las muestras, sin saber que pronto su prueba resultaría positiva. Fue el 7 de mayo cuando presentó los primeros síntomas. «Pensamos que por ser personal de salud lo ayudarían con el tratamiento, pero nadie colaboró para transferirlo a otro hospital. En el Almenara tuvimos que rogar para internarlo, pero se quedó sentado en una silla de ruedas debajo de las carpas durante dos días», cuenta Katherine con gran impotencia.

Ante esta situación, su familia lo llevó a una clínica, pero pedían 80 mil soles por una cama UCI. Edinson volvió al Almenara y días después llegó al hospital San Isidro Labrador, donde, según denuncia su familia, “no nos comunicaban su estado de salud”. Horas antes de fallecer, desde un celular que su hija Diana le había dado, Edinson llamó a su hermano Miguel y le dijo: “Tengo frío”. La familia, en su desesperación, se comunicó con el hospital. “Nos pusieron en espera. Nunca nos contestaron”. Minutos antes de las 7 a. m., el médico de turno llamó a Miguel y le dijo que su hermano había muerto. “Cómo nos pueden decir eso. Estaba en un lugar especializado. Si él nos llamó a esa hora es porque no había nadie para ayudarlo”.

Edinson, un ser alegre, amiguero y soporte de sus padres, dejó en orfandad a su única hija, pues hace unos años su esposa también falleció. Además de él, otros dos tecnólogos médicos han perdido la vida a causa del Covid-19, Vilma Tena Hidalgo y Roberto Acuña Flores. Y hay más de 170 infectados.

“Somos la profesión invisible. Solo nos dan 200 plazas cuando se requieren más de 14 mil tecnólogos médicos en el país”, sostiene el licenciado Carlos Sánchez, decano del Colegio Tecnólogo Médico del Perú, quien pide la revaloración de esta profesión.»No es raro que nos contagiemos. Toda la vida nos han tratado así».

Claves

Homenaje. La OMS declaró el 2020 como el “Año Internacional de la Enfermería”.

Bono solidario. El presidente Vizcarra anunció que, tras la reducción de sueldo de altos funcionarios del Ejecutivo, se otorgará un aproximado de 40 mil soles a cada una de las familias del personal de salud que falleció en la lucha contra la COVID-19.

Post-UCI. El decano del Colegio de Tecnólogos Médicos advirtió sobre la importancia de contratar a terapeutas del lenguaje y ocupacionales para quienes logren salir de UCI. “Solo hay 30 terapeutas ocupacionales y 46 del lenguaje en todo el país”.

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