Uno de los principales acusados del genocidio de Ruanda de 1994 está siendo juzgado en el Tribunal Internacional de La Haya que ha empezado hoy. Félicien Kabuga está identificado como presunto culpable de genocidio y crímenes de lesa humanidad por su papel en la matanza de unas 800.000 personas, en su mayoría de etnia tutsis.
Los fiscales alegan que estaba detrás de los mensajes de odio contra los tutsis, que financió y armó milicias para matarlos. Se ha declarado inocente de los cargos que se le imputan.
Con casi 80 años, ha decidido no asistir al día de apertura de su juicio ni ver el proceso a través del video desde un centro de detención. Aunque de salud se encuentra bien a pesar de su edad.
Kabuga fue una vez uno de los hombres más ricos de Ruanda y durante décadas estuvo entre los fugitivos más buscados del mundo. Fue arrestado en Paris hace dos años después de estar en busca y captura durante casi 26 años.
Mensajes de odio
Los fiscales afirman que Kabuga controlaba una emisora de radio que transmitía mensajes de odio. Describían a los tutsis como cucarachas y animaban a los hutus étnicos a matarlos. También se le acusa de distribuir machetes a grupos de milicianos y de financiarlos.
Se espera que los fiscales llamen a declarar más de 50 testigos en un juicio que podría durar años. Los supervivientes del genocidio han pedido un juicio rápido, por temor a que muera bajo la presunción de inocencia.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, con sede en Tanzania, condenó a más de 60 cabecillas del genocidio en 2015. Los casos restantes fueron asumidos por un tribunal con sede en La Haya.
Exterminio de la población tutsi
El genocidio de Ruanda fue el exterminio de la población Tutsi por parte del gobierno hegemónico Hutu de Ruanda entre el 7 de abril y el 15 de julio de 1994, en el que se asesinó aproximadamente al 70 % de los tutsis del país.
Se calcula que entre 500.000 y 1.000.000 de personas fueron asesinadas. La violencia sexual fue generalizada; se cree que fueron violadas entre 250.000 a 500.000 mujeres durante la masacre. Todo ello ante la pasividad de la comunidad internacional que no hizo nada para detener el holocausto.
R.F