Que Washington está más dividido que nunca ni es ninguna novedad, pero el Debate del Estado de la Unión de este año es la radiografía que demuestra que la política en el país norteamericano. Gritos y abucheos en una cámara donde se debiera debatir ordenadamente y en la que el presidente de esta no es capaz de controlar.
Crispación y división
Se vio en la dificultosa elección de Kevin McCarthy como presidente del Congreso, donde una parte del partido republicano puso en jaque al candidato y sometiéndole a peticiones que hoy se ven en la sesión.
El propio McCarthy dijo que no habría juegos de niños, haciendo referencia a lo ocurrido cuando la presidenta del Congreso rompió el discurso de Donald Trump tras el discurso del Estado de la Unión del año 2020.
Así se vio la imposibilidad del moderador del debate, sentado tras Joe Biden a tiro de cámara, de callar a la bancada republicana o negando con la cabeza el discurso del orador. En ese punto, cuando el presidente de Estados Unidos acusó a los republicanos de querer el Medicare, la congresista republicana Marjorie Taylor Greene gritó al presidente mentiroso.
Expectación
Ante las dificultades que demuestra el presidente de Estados Unidos a la hora de hacer un discurso se generó mucha expectación por si fuera capaz de poder llevar a cabo este reto.
En el discurso de Biden, además de este reproche que encendió a la bancada republicana, también reprochó el aumento de la deuda estadounidense durante el mandato de Trump y sacó pecho sobre su reforma económica y de la Seguridad Social.
Asimismo, puso de manifiesto su malestar con las petroleras y sus enormes beneficios cuando los precios de la gasolina se disparaban. Las grandes empresas han estado en el disparadero de Biden que aprovechó su discurso como parte de la próxima campaña que se avecina, criticando los precios de los medicamentos o la cantidad de información personal que recogen los grandes de internet.