Vladímir Putin ha emitido un mensaje al país por vez primera desde que sucedió el intento de insurgencia en contra de la élite política y militar rusa, instigado por el grupo Wagner durante el último fin de semana.
En su discurso, transmitido por televisión, el líder ruso ha dado la opción a los paramilitares del grupo Wagner de integrarse a las fuerzas armadas rusas o abandonar el país rumbo a Bielorrusia.
Putin volvió a tildar a los autores del levantamiento de traidores, no obstante, también señaló que muchos de los integrantes de la milicia son también patriotas que han sido manipulados. El dirigente ruso afirmaba que «tienen la oportunidad de seguir sirviendo a Rusia si se comprometen con el Ministerio de Defensa, para así volver con sus seres queridos y amigos. Aquellos que lo deseen pueden marcharse a Bielorrusia», afirmó.
Consecutivamente a las declaraciones de Putin en la televisión, el Kremlin informó que el líder estaba comenzando una «sesión laboral» con los altos mandos de seguridad para discutir sobre el fallido alzamiento de Wagner.
Putin, a lo largo de su intervención, agradeció la «resistencia», «cohesión» y «patriotismo» del pueblo ruso, declarando que esta «solidaridad ciudadana ha probado que cualquier forma de extorsión, cualquier intento de desestabilización, está destinado al fracaso». La meta del motín, según él, era «fracturar y debilitar al país», que se halla ante «una amenaza inmensa», mientras «nuestros compañeros están pereciendo» en el frente.
El presidente ruso no hizo referencia durante su discurso de cuatro minutos al líder del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, quien también emitió su primera declaración después de sofocar la insurgencia. En su pronunciamiento, aseguró que no pretendía derrocar al gobierno ruso y que sus soldados no avanzaron hasta Moscú para «evitar derramamiento de sangre rusa».
Putin se hizo eco de estas palabras más adelante, afirmando que siempre dio órdenes para prevenir «un derramamiento de sangre» y agradeciendo a los milicianos de Wagner que también laboraron para eludirlo.
La marcha del grupo Wagner hacia Moscú se detuvo a 200 kilómetros de la capital. Previamente, Prigozhin había declarado que controlaba la ciudad rusa de Rostov y sus tropas comenzaron a moverse hacia la capital, en un acto visto como un golpe de Estado contra el Kremlin.
«Los instigadores de la rebelión, traicionando a su nación, a su pueblo», estaban en camino de provocar un «fratricidio», tal como «deseaban los enemigos de Rusia, los ‘neonazis en Kiev y sus patrocinadores occidentales y toda clase de traidores a nivel nacional», añadió Putin.
La última vez que Putin se dirigió al público fue el sábado por la mañana, prometiendo erradicar una insurrección que finalmente culminó en un acuerdo permitiendo el exilio de Prigozhin en Bielorrusia. A cambio, no sería procesado por organización de una rebelión armada, cargo que podría haberlo condenado a 20 años de prisión.
Este acuerdo también implicó el cese de los procesos penales contra los soldados involucrados en el levantamiento.
En esta primera aparición pública, Putin agradeció al líder bielorruso, Alexandr Lukashenko, quien postergó su discurso hasta el martes, «por sus esfuerzos y contribución a una solución pacífica del conflicto». Además, garantizó que su palabra será cumplida y los soldados de Wagner no serán perseguidos penalmente.
«La decisión es suya, pero estoy convencido de que será la elección de soldados rusos que se han dado cuenta de su trágico error», agregó el líder en alusión a los participantes en la rebelión.
El grupo de mercenarios Wagner toma el control en Rostov, desafiando a Putin