Rusia celebra este fin de semana, del 15 al 17 de marzo, sus elecciones presidenciales con la victoria de Vladímir Putin asegurada. No son unos comicios como otros cualquiera, porque no hay una oposición real, los candidatos han recibido el visto bueno del Kremlin, no habrá observadores independientes e introducirán un sistema electrónico que no ofrece demasiadas garantías.
En la teoría, Rusia es una democracia con una república presidencialista y semiparlamentaria. La Constitución separa el poder legislativo —que se divide en la Duma y el Consejo de la Feedración— y el poder ejecutivo que lo ostenta el Presidente. Debe ser elegido por sufragio universal, discreto y secreto para un mandato de seis años. El que está a punto de comenzar sería el quinto mandato de Putin que abarcaría hasta 2030. Sin embargo, muy probablemente pueda alargarlo a un sexto y estaría en el poder de Rusia hasta 2036.
Este fin de semana, están llamados a las urnas 112 millones de personas en Rusia en más de 80 sujetos federales y también tienen derecho a voto las regiones ucranianas que están invadidas por Rusia. También en teoría, la Comisión Electoral Central (CEC) es el que define cómo deben ser las elecciones y los candidatos que concurren a ellas.
La realidad de las elecciones en Rusia
La realidad dista mucho de cómo deberían ser las elecciones en Rusia. Lo cierto es que se celebran con la evidente victoria de Putin, porque los candidatos de los otros cuatro partidos que concurren a las elecciones han recibido el visto bueno del Kremlin al considerar que ninguno de ellos le puede hacer sombra a Putin.
Las ‘alternativas’ a Putin son Nikolái Jaritónov, del Partido Comunista de Rusia; el ultranacionalista Leonid Slutski, por el Partido Liberal Demócrata de Rusia, y Vladislav Davankov, candidato del partido centroderechista Gente Nueva. Sin embargo, en ningún caso serán unas elecciones democráticas ni libres, porque en Rusia no se puede presentar ningún candidato que no sea útil de alguna manera para el Kremlin.
Es más, todos los partidos que se presentan son partidarios qe que continúe la invasión de Ucrania. La CEC ya rechazó el pasado mes de febrero la candidatura de Boris Nadezhdin, representante del partido Iniciativa Cívica y con una clara propuesta contraria a la guerra.
Otro aspecto importante para entender la poca transparencia que existe en las elecciones rusas es la falta de observadores independientes, nacionales ni internacionales. Por eso, organizaciones como Freedom House defienden que podríamos estar ante la compra de votos, presión sobre los votantes y relleno de votos. Además, el voto electrónico también levanta todas las sospechas.
En la primera jornada de votación de este fin de semana electoral hemos visto todo tipo de imágenes, como urnas móviles en el transporte público o en los hogares de personas que no podían acudir de forma presencial a votar.