Ante la primera elección presidencial 2024 donde seré partícipe, resulta inquietante que aún existan pesimistas que ignoran su derecho al voto porque consideran que ya la democracia está perdida en Venezuela y se preguntan: “¿cuál es el punto de votar si se van a robar la elección igual?”
Quisiera responder lo siguiente a estas personas: si no va a votar el próximo 28 de julio porque le parece inútil, no tiene derecho a quejarse cuando hayan cortes de luz o agua por culpa de la negligencia del gobierno, pues quejarse no resuelve nada. Si no va a votar el próximo 28 de julio porque “igualmente se robarán los votos”, no debería presentar una denuncia ante cualquier crimen, pues igualmente la seguridad en este país es partícipe en actos ilícitos. Si no va a votar el próximo 28 de julio, no opine cuando crea que nadie hace nada por el país, pues usted fue el primero en rechazarlo.
Según un informe publicado en el medio Infobae, el 25% de la población venezolana en capacidad de votar, no podrá hacerlo. Dicho informe fue realizado por organizaciones no gubernamentales como Alerta Venezuela, Espacio Público y Voto Joven bajo la coordinación de Ligia Bolívar, especialista en derechos humanos.
Si al menos cinco millones de venezolanos en el exterior no pueden votar, gracias a las restricciones disfrazadas como fallas del sistema al momento de inscribirse en el registro electoral, ¿el venezolano que se encuentra en el país no debería ejercer el mismo esfuerzo por registrarse y votar?
Eso sin contar los cuatro millones de personas en Venezuela que no se habían podido registrar debido a las largas colas bajo el sol incesante y en presencia de militares armados, como si ir a ejercer el voto democrático fuera peligroso.
Como miembros de una sociedad, el voto es un derecho y un deber. Se encomienda nuestro país a legisladores y gobernantes que deberán trabajar para promover el bien común. Cuando esos gobernantes fallan, es nuestro deber interceder por la justicia y verdad, pues nadie más tiene esa responsabilidad.
El voto representa una oportunidad por influenciar la dirección que tomará el país. Ignorarlo es rehusarse a tomar control de la vida propia. Es necesario que, para lograr un cambio en el país, el venezolano empiece a defender su interés más cercano: su propia opinión.
Creer que un voto individual no tiene gran impacto es igual a creer que David no podría derrotar a Goliath con una sola piedra, o que la tortuga jamás le ganaría la carrera a la perezosa liebre. La suma de todos los votos representa los deseos de una colectividad, pero solo si la población de esta colectividad está dispuesta a salir y ejercer su derecho.
La democracia remonta sus orígenes hacia el siglo VI a.C. en Atenas, cuando el voto estaba limitado a ciertos grupos de la sociedad y excluía a esclavos y mujeres. Hoy en día, la esclavitud fue abolida en el siglo XIX y las mujeres ganaron derecho al voto en Venezuela en 1947.
Después de todos los desafíos que el gobierno ha impuesto, no sólo al inhabilitar a la candidata elegida en las elecciones primarias el pasado 22 de octubre, María Corina Machado, sino también al hacer que el proceso de registro electoral se vuelva tedioso y que este quizás logre agotar al pueblo venezolano, es necesario defender el derecho que permite que la voz de cada ciudadano sea escuchada y respetada, pues el presidente Nicolás Maduro ha declarado que, en el caso de no ganar las elecciones, “habrá un baño de sangre”.
A menos de que usted haya sido condenado por un tribunal venezolano o se encuentre políticamente inhabilitado, realmente no existe impedimento alguno que le prohíba ejercer su derecho, por el cual muchos han luchado en una larga historia de guerras y conflictos. Si recuperar nuestra democracia no es suficiente motivo para ir a votar, entonces quizás, pensar que posee un estatus superior al de una mujer del siglo XVIII lo convenza.