Un atentado suicida ha sacudido la ciudad paquistaní de Quetta, en la provincia occidental de Baluchistán, dejando al menos 24 muertos y 46 heridos, en un hecho que ha conmocionado a la región y renovado las preocupaciones sobre la seguridad en el país. El ataque ocurrió este sábado en una abarrotada estación de tren, donde el atacante, un miliciano que portaba una maleta, se dirigió a la oficina de expedición de billetes y detonó una potente carga explosiva, provocando una escena de caos y devastación.
El comisario jefe de la Policía de Quetta, Hamza Shafqaat, informó que más de un centenar de personas estaban presentes en la estación al momento de la explosión, lo que aumentó el número de víctimas, pues la explosión ocurrió poco antes de la salida de un expreso con destino a la ciudad de Peshawar, según explicó el portavoz de operaciones policiales, Mohamad Baloch. “La explosión ha ocurrido justo antes de que partiera un expreso rumbo a la ciudad de Peshawar”, dijo Baloch, añadiendo que la cifra de muertos podría aumentar, ya que muchos heridos se encuentran en estado crítico.
El atentado fue reivindicado por el Ejército de Liberación de Baluchistán (ELB), un grupo separatista que lleva más de dos décadas buscando la autonomía de la minoría étnica baluche. Este grupo ha intensificado sus ataques en los últimos meses, llevando a cabo una serie de atentados de gran magnitud, como los de agosto pasado, que dejaron más de 70 muertos en distintos puntos de la provincia. Un claro incremento en la violencia que ha vuelto a poner en evidencia la fragilidad de la situación en Baluchistán, una región marcada por conflictos étnicos, separatistas y de recursos.
El presidente en funciones de Pakistán, Yousaf Raza Gillani, condenó enérgicamente el ataque, calificando a los autores como “enemigos de la humanidad” y asegurando que el gobierno prestará apoyo inmediato a los supervivientes y a las familias de las víctimas. Además, Gillani subrayó que este tipo de actos no quebrantarán la voluntad del país de luchar contra el terrorismo y proteger a sus ciudadanos.
En este sentido, organizaciones de derechos humanos y países aliados han expresado su solidaridad con el pueblo paquistaní y han instado al gobierno a redoblar esfuerzos para estabilizar la región y poner fin a los ataques de grupos insurgentes y separatistas. Un ataque que, además de dejar una estela de muerte y dolor, ha puesto de manifiesto la compleja y persistente lucha de Pakistán por garantizar la seguridad nacional y alcanzar una solución pacífica y duradera en una provincia marcada por tensiones de larga data.
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