La política austriaca atraviesa un momento de profunda incertidumbre tras la dimisión del canciller Karl Nehammer, líder del Partido Popular de Austria (ÖVP), quien este sábado anunció su renuncia como jefe de gobierno y como presidente de su formación. La decisión llegó después del colapso de las negociaciones con el Partido Socialdemócrata Austriaco (SPÖ) para la formación de un gobierno de coalición, un giro que marca un punto de inflexión en un país donde los equilibrios políticos se han vuelto cada vez más frágiles.
A través de un vídeo publicado en redes sociales, Nehammer justificó su salida subrayando su rechazo a cualquier entendimiento con el ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), liderado por Herbert Kickl. «Tengo la profunda convicción de que los radicales no ofrecen ninguna solución ni a un solo problema», afirmó el exmandatario, en declaraciones recogidas por la televisión pública ÖRF.
En este sentido, la ÖVP dejó claro que las diferencias entre ambos partidos eran insalvables. «Lo hemos intentado todo», argumentó un portavoz de la formación, sugiriendo que no ha sido posible lograr un acuerdo en los puntos clave y que, por tanto, «no tiene sentido para conseguir un futuro positivo para Austria».
Por su parte, el líder del SPÖ, Andreas Babler, criticó la falta de visión estatal de los conservadores y calificó la dimisión de Nehammer como una táctica partidista que no beneficia al país. «No son buenas noticias para el país. Necesitamos más responsabilidad de Estado y menos tácticas partidistas», subrayó Babler.
¿Qué sigue para Austria?
Con el FPÖ como el partido más votado en las elecciones de septiembre, con un 28,85% de los votos, y la incapacidad del ÖVP y el SPÖ para consolidar una alianza, la política austriaca se encuentra en un callejón sin salida. Además, los últimos sondeos sugieren que, si se repiten los comicios, los ultraderechistas del FPÖ podrían alcanzar un 35% del apoyo, consolidando su posición como el partido con mayor respaldo popular.
Bajo este contexto, el líder del FPÖ, Herbert Kickl, ha intensificado su demanda para formar gobierno. «Vamos a ver si el Partido Popular comprende, con lo que ha ocurrido, aunque sea un poco, el poder que ostenta la población a través de las urnas», declaró Kickl, sugiriendo que el «cordón sanitario» que durante años ha aislado a la ultraderecha de las esferas de poder está al borde del colapso.
Asimismo, el FPÖ, por medio de su jefe en Viena, Dominik Nepp, ha planteado dos posibles alternativas: negociar directamente con el ÖVP para formar una coalición de gobierno tras la salida de Nehammer o forzar la convocatoria de elecciones anticipadas. Dos opciones que representan un dilema para los conservadores, ya que pactar con el FPÖ rompería la estrategia de exclusión que hasta ahora ha mantenido a los ultraderechistas fuera del poder, mientras que enfrentar unas nuevas elecciones, a sabiendas de que siguen por detrás en las encuestas, podría ser aún más arriesgado.
No obstante, la decisión final recae ahora sobre el presidente federal, Alexander Van der Bellen, quien, a la espera de la decisión de los populares, deberá designar a un nuevo canciller «de transición». Un cargo para el que ya se perfilan nombres como el de Sebastian Kurz, exjefe de gobierno y figura destacada de los conservadores.
Por su parte, fuentes del ÖVP aseguran que la dirección del partido ha convocado una reunión de urgencia este domingo para evaluar la situación y decidir los pasos a seguir.
Sin embargo, independientemente de cuál sea la configuración del próximo gobierno austriaco, la Comisión Europea advierte que el nuevo Ejecutivo deberá implementar recortes presupuestarios de entre 18.000 y 24.000 millones de euros para reducir un déficit que ya alcanza el 3,7% del PIB, superando el límite del 3% establecido por Bruselas. Se trata, por tanto, de un contexto de recesión que no deja margen para errores políticos y añade urgencia a la resolución de la actual crisis.
Trump enfrentará sentencia por el soborno a ‘Stormy Daniels’ el próximo 10 de enero