António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, considera que el Consejo de Seguridad de la institución, máximo órgano de toma de decisiones a nivel mundial, debería ampliarse «para hacerse más representativo de las realidades geopolíticas actuales«.
Guterres ha formulado esta petición esta misma semana en una reunión del Consejo convocada por China, en la que también ha instado a los países miembros a considerar «que se deben seguir mejorando los métodos de trabajo del Consejo para hacerlo más integrador, transparente, eficiente, democrático y responsable».
Estas palabras de Guterres cobran más sentido si se tiene en cuenta que el Consejo de Seguridad es el órgano que decide, a través de sus resoluciones, sobre la paz y la seguridad a nivel mundial.
Y no han sido pocos los expertos que, desde hace años, han venido reclamando una reestructuración del mismo, por ser el órgano sobre el que recae la responsabilidad de decidir, por ejemplo, y en términos asequibles para los profanos en la materia, si una intervención militar en un determinado país está o no autorizada, en función de las ‘reglas del juego’ que rigen el funcionamiento del orden mundial.
Sólo cinco países tienen el poder de decidir sobre la paz y la seguridad a nivel mundial
Y es que, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas conserva la misma estructura y los mismos protocolos de actuación que tenía desde su creación tras la 2ª Guerra Mundial, en el año 1945. De hecho, los cinco países con poder de veto (China, Francia, Rusia, Estados Unidos y Reino Unido) que hace ocho décadas se repartieron un poder con el que pueden, a priori, tomar decisiones sobre cualquier región del mundo… siguen siendo los mismos y hay quienes cuestionan si son verdaderamente los cinco países más representativos para vetar, en un momento determinado, que la ONU intervenga o no en un país que está sufriendo un conflicto.
A modo de ejemplo, durante la Primavera Árabe del año 2011 en el norte de África, la ONU pudo aprobar una resolución (la 1973) para intervenir en Libia porque Rusia y China se abstuvieron. Si algún país se hubiera opuesto, y al margen de entrar a valorar si la decisión fue o no acertada, esa misión, que tenía como objetivo parar la guerra en el país africano, nunca se habría desarrollado.
Pero, por el lado contrario, cuando se reclamó a nivel internacional que se aprobase una resolución para, ese mismo año, intervenir militarmente en Siria para intentar frenar el conflicto que se inició en el país como metástasis de la Primavera Árabe del norte de África… fueron precisamente Rusia y China los dos únicos países que se opusieron. Y, si uno solo de esos cinco países con poder de veto se opone a una resolución que autorice una misión militar, la misión no puede llevarse a cabo (con el aval de Naciones Unidas, que es lo que determina el derecho internacional).
Una estructura anacrónica que sí tuvo sentido después de la 2ª Guerra Mundial
Así las cosas, y teniendo en cuenta el poder que ostenta el Consejo de Seguridad de la ONU para decidir sobre el futuro de muchos países y regiones del mundo, la palabras pronunciadas por Guterres esta semana no deberían caer en saco roto.
Actualmente, el Consejo, que se creó (junto con otros órganos de la ONU) mediante la Carta de las Naciones Unidas, tiene como responsabilidad primordial el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, y a la vista está que debe reestructurarse porque no está cumpliendo con sus cometidos.
Según dispone la Carta, las Naciones Unidas tiene cuatro propósitos:
- Mantener la paz y la seguridad internacionales;
- Fomentar relaciones de amistad entre las naciones;
- Cooperar en la solución de problemas internacionales y en el desarrollo del respeto a los derechos humanos;
- Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones.
Su objetivo, por tanto (y con esa idea se fundó la ONU y el Consejo de Seguridad en el seno de la misma), es resolver conflictos, pararlos, intervenir en caso necesario, hacer de mediador internacional…
En su momento, tras una guerra que desangró a Europa, tenía sentido con su configuración actual. Ahora, ocho décadas después, y tras decenas de países con guerras intestinas y centenares de resoluciones del Consejo que no logran pararlas («el Consejo se seguirá ocupando de la cuestión», puede leerse en muchas de esas resoluciones), parece acertado el planteamiento que Guterres ha puesto sobre la mesa. Sólo resta esperar a ver cómo reacciona la comunidad internacional ante esta propuesta.