lunes, noviembre 25, 2024
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Austen y Eliot

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En estos momentos de euforia universal por la victoria de Barack Obama llega una oportunidad perfecta para explicar qué es eso de la igualdad. Obama, a pesar de ser negro, habitará a la Casa Blanca sin discriminaciones positivas ni cuotas paritarias. Será presidente de Estados Unidos porque en su país no se ha tenido en cuenta el color de su piel, el origen de su padre ni ninguna otra circunstancia ajena a su personalidad interna. Por tanto, habrá que juzgar su labor como la de cualquier otro, y no como el primero de su clase en llegar a un lugar tan destacado.

Escribo esto por la tendencia generalizada a reducir la capacidad de numerosas grandes personas a alguna de sus circunstancias. Por ejemplo, Josep Pla o Joan Corominas son celebrados por su contribución al catalán a costa de olvidar su también prodigiosa producción en y para la lengua castellana. Daniel Barenboim es uno de los mejores pianistas y directores de orquesta del último medio siglo, pero todo queda ocultado bajo el brillo de su lucha para unir a palestinos y judíos. Una persona es mezcla de todo su ser, y no debe prevalecer algo grande para ocultar algo tan grande o bello como lo primero.

Ése es el caso de Jane Austen, la primera gran escritora en habla inglesa. Allí, en los países anglosajones, aman a sus genios. En España prácticamente nadie recuerda a Sor Juana Inés de la Cruz, y Emilia Pardo Bazán es sólo la escritora realista española. Austen, en Inglaterra y Estados Unidos, es unánimemente alabada, y lo de ser mujer es tan sólo una circunstancia más.

Porque Austen, junto a Goethe, Fielding, Sterne, Swift y Defoe, son los grandes continuadores de Cervantes y precursores de la inigualable novela decimonónica. La británica escribió obras ejemplares como Emma,Persuasión,Orgullo y prejuicio y Mansfield Park, novelas indispensables para que luego Balzac, Dickens y demás geniales novelistas convirtieran el XIX en el gran siglo de la narrativa. En Austen se encuentra todo -incluso los monólogos interiores de Proust- lo que encontraremos después, y eso que sus protagonistas, como los de Dickens, son a menudo tildados de demasiado bondadosos. Pero es que para retratar el mundo cruel nada hay como el contraste con las almas nobles y buenas.

Si consideramos a Austen tan sólo como la primera gran escritora en lengua inglesa, la hacemos de menos. Ella es una gran novelista, con independencia del sexo, y cuesta más creer que escribiera aquellas grandes obras alejada del gran mundo. Aunque no fue monja, su vida fue retirada y austera, y sorprende su magistral capacidad de análisis de las mentes humanas. Casi un siglo antes que Freud y medio antes que Dostoievski, Jane Austen se convierte en la primera gran exploradora de la psique del ser humano contemporáneo. Sus personajes, aunque monten a caballo o no dispongan de correo electrónico, casi podrían vivir en nuestros días. Y con una extraordinaria calidad en tramas, narración y soportes estructurales de la novela.

Algo parecido podría pasarle a George Eliot, cuyo verdadero nombre era Mary Ann Evans, si la redujésemos a ser tan sólo una mujer. Eliot -no confundir con T.S. Eliot, que era hombre y poeta- fue una mujer luchadora de su época que, al contrario que Austen, provocó escándalos, luchó por sus derechos y, a pesar de ellos, escribió con seudónimo masculino. Quizás para escapar de los arrinconamientos encanijadores.

y Daniel Deronda son obras maestras de esta autora. Pero sobre todas ellas destaca Middlemarch, uno de los más grandiosos monumentos de la literatura de todos los tiempos. En esta compleja obra, Eliot consiguió escribir una impecable novela al tiempo que hacía una severa, acerada y acertada crítica de la sociedad victoriana, de la educación que recibían las jovencitas y de las equivocadas expectativas de los jóvenes de su época.

En Middlemarch encontramos una narradora plena con una capacidad para el análisis y la síntesis raramente igualada. Sus personajes respiran y, sin vivir grandes aventuras, nos muestran cómo somos en realidad las personas al tiempo que nos consiguen atrapar para que temamos por sus destinos. Y todo construido en un perfecto escenario que a veces aparece ante nosotros mejor que en imagen. Esta novela está a la altura de las diez mejores del XIX, de las mejores de la Historia.

En España, la diferencia entre Austen y Eliot es que si aquella es algo leída, ésta es completamente desconocida. Jane Austen es idónea para jovencitas que quieran dar el salto de las inanes Laura Gallego o Stephenie Meyer a la buena literatura. Y recomendable para cualquier tipo de lector. George Eliot quizás resulte algo más difícil, pero su grandeza y su brillo son tales que resulta imprescindible. Son mucho más que mujeres. Son genios de la literatura universal. [email protected]

Daniel Martín

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