José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, hincha del Fútbol Club Barcelona, por influencia de su paisano leonés, el gran César, y jugador escolar de baloncesto, ha anunciado que en la próxima remodelación de su Gobierno incluirá la creación del Ministerio de Deportes.
El avance de tal futuro lo hizo al complacer la petición del capitán de Copa Davis, Sánchez Vicario, quien acudió junto a los campeones a cumplimentarle. El presidente, si crea tal ministerio, dará gusto a Juan Antonio Samaranch, quien fue, hace años, promotor de tal idea.
La importancia que ha adquirido el deporte en el mundo ha inclinado a algunos países a tomar idéntica decisión. No es muy frecuente, mundialmente, la cartera ministerial para este apartado, pero tampoco está mal vista. Probablemente no es necesaria, pero tampoco creará más problemas que otros departamentos cuyas competencias han sido reducidas por reparto en otras carteras o podrían haberse quedado en subsecretarías.
El deporte, especialmente en el 2008, ha alcanzado en España tales proporciones por los triunfos conseguidos que no suena extraño que se hable de un ministerio para tales menesteres.
El deporte, como otras materias, ha sido cedido en muchas competencias a las comunidades autónomas, y hablar de ministerio parece excesivo por el papel que puede desempeñar. En España existen las federaciones nacionales, cuyo ámbito, evidentemente, es estatal, lo que concuerda con materia tan trascendental como la presupuestaria. La construcción de campos de fútbol o pabellones polideportivos son cosa de las comunidades. Las infraestructuras no dependen fundamentalmente del presupuesto de la Secretaría de Estado para el Deporte, como sucedía en tiempos de la extinta Delegación Nacional de Deportes.
La Secretaría de Estado tiene más papel representativo y, en ocasiones, mediador, que de gestor. Además, algunas federaciones tienen tanto poder que resulta complicado enfrentarse a ellas o, simplemente, pedirles simplemente que se adecuen a normas generales del Estado.
El Estado reparte subvenciones a las federaciones, lo que viene a ser la función más principal de la Administración. Tiene prerrogativas para reducir repartos o congelar entregas y poco más. El deporte nacional no se planifica desde Madrid.
La Ley del Deporte concede grandes derechos a las sociedades deportivas, y las más grandes son sociedades anónimas contra las que no cabe promover medidas que menoscaben su autonomía.
El problema está en cuantificar qué funciones podrían adjudicarse a un ministerio por encima de las que maneja actualmente la Secretaría de Estado.
Julián García Candau