domingo, septiembre 8, 2024
- Publicidad -

Huele a huelga

No te pierdas...

Los de Renfe convocan una huelga para el día 29, trenes parados en demanda de que el convenio que vence en diciembre se prorrogue como está, en las mismas condiciones de la función pública. Los de Iberia, los pilotos, están en huelga sin declararla por lo mismo, por un convenio ventajoso. Y los de El País amenazan con una huelga, la que vienen mascullando desde hace 30 años pero nunca llega porque esas cosas no se hacen entre gente así, por si acaso, una huelga para advertir que no admiten cambios del statu quo.

Son huelgas de aviso, casi de oficio. A la vista de que el entorno cambia y de que pinta oscuro, los comités hacen exhibición de fuerzas como para advertir que la realidad puede cambiar pero no la suya. En la mayor parte de los casos las reivindicaciones son a favor de que las cosas sigan igual, que eso que llaman la madre de todas las crisis pase de largo y sin facturas.

La huelga es el penúltimo o último recurso en una negociación laboral, pero también forma parte de un cierto rito, algo así como un trámite necesario e incluso inevitable para algunos. Una huelga es como una muesca o galón. La huelga tuvo sus componentes místicos en otras épocas, cuando las razones políticas se sobreponían a las laborales. Una vez legalizada la huelga su coste se hizo asequible, muchas veces ni siquiera tiene coste alguno, sobre todo con la tolerancia judicial y la resignación patronal.

La huelga es un recurso fácil, emocional. Fidalgo, el antiguo secretario general de CCOO, decía que a las huelgas es fácil llegar, que lo complicado era salir, rentabilizarlas. Con la que está cayendo ahora en todas las empresas, la negociación colectiva se va a poner difícil, y el ruido de la convocatoria de huelgas va a ser recurrente, quizá como cierto derecho al pataleo, como para demostrar capacidad de respuesta.

En algunos casos una huelga puede ser un alivio, un paréntesis en la producción en un momento en el que sobra producción. En los servicios públicos puede ser una molestia para los clientes, rehenes inocentes de los huelguistas, por ejemplo de esos pilotos de Iberia que al tiempo que perjudican a la compañía se dan una bofetada en su propia cara. Cuanto peor vaya la compañía no van a ir mejores sus posibilidades de mejora. Algo semejante ocurre en el caso de Renfe, pero en su comité de empresa siguen pensando que el Gobierno no puede soportar la presión de los trenes parados en los andenes.

Las huelgas de servicios públicos tienen el incentivo de los llamados servicios mínimos o esenciales, que permiten huelgas de boquilla, que molestan a terceros y que hacen ruido mediático. El mejor antídoto contra estas huelgas de por si acaso es que sean huelgas de verdad, último recurso en una negociación que pretende a bueno que las huelgas lo sean de verdad, menos huelgas pero efectivas, con consecuencias tanto si se ganan como si se pierden. Ahora huele a ese tipo de huelga que sólo sirve para molestar, para aparentar, pero que no cambia nada.

Fernando González Urbaneja

Artículo anterior
Artículo siguiente

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -