viernes, octubre 18, 2024
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2009: Lo peor está por llegar

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Termina 2008 con el pesimismo generalizado en la situación económica del país, la peor en toda la Historia de la democracia, y comienza 2009 con el temor de que la situación empeore según todas las previsiones de los organismos internacionales y de los distintos servicios de estudios públicos y privados. Es más, se ha convertido ya en lugar común felicitar y desear prosperidad para el 2010 en la creencia generalizada de que el 2009 ya está perdido para esos buenos propósitos.

Instalados en la recesión desde hace meses es posible, según los expertos, que en el segundo semestre de 2009 la economía española entre en depresión por un periodo indeterminado de tiempo, pero que durara todo el año, aunque el presidente del Gobierno haya anunciado que comenzaremos a ver la luz de la recuperación al final del año con un repunte del empleo a partir del mes de abril.

Sin embargo, no hay ningún síntoma para ese optimismo, ni parece que todas las medidas de choque tomadas, algunas de ellas siguiendo el ritmo de los acontecimientos, vayan a cambiar la tendencia en la que nos encontramos, ni que influya en la falta de confianza en la banca, a pesar de toda la propaganda oficial, ni que se encuentre a medio plazo un freno del desempleo que puede alcanzar dentro de doce meses la cifra de cuatro millones de parados, algo realmente insoportable para una sociedad como la española.

Desde la llegada de la democracia nunca habíamos asistido a un panorama parecido en cuanto a destrucción de empleo, ruina de pequeñas y medianas empresas que siguen sin tener financiación, suspensiones de pagos, desconfianza del consumidor, aumento de la morosidad de bancos y cajas de ahorro, y crecimiento espectacular del déficit publico que puede superar el 5%.

La gran contradicción es que ese panorama no es contemplado por los Presupuestos Generales del Estado, elaborados con unas cifras de crecimiento y de gastos, que el propio vicepresidente del Gobierno no ha tenido más remedio que reconocer que están «desactualizadas».

Es cierto, como decía el Rey en su Mensaje de Nochebuena, que no hay recetas mágicas para afrontar la actual situación. Ni las tiene Zapatero que ha tardado más de lo razonable para convencerse de la gravedad de la crisis, ni las tiene la oposición que quiere reducir todo a una bajada de impuestos, como si eso fuese la panacea para una recuperación económica que tardará mucho más de lo que creen los políticos.

A estas alturas Rajoy, que ha afirmado que estamos ante una «crisis de caballo», ha sido incapaz de revestir su dudosa alternativa económica de credibilidad y, sobre todo, de reclamarle al presidente del Gobierno la convocatoria de esa Mesa para las reformas estructurales que anunciaron después del encuentro económico en el Palacio de la Moncloa, cuando realmente ese es el gran reto pendiente que hay que afrontar cuanto antes.

El Partido Popular, que ha hecho de la economía su principal argumento de oposición en el Parlamento, no ha conseguido sin embargo, en los peores momentos del Gobierno, la credibilidad necesaria de la ciudadanía para un cambio de tendencia electoral, según todas las encuestas que se han venido publicando en los últimos meses.

Igual que durante el mandato de Felipe González, cuando gran parte de la oposición la hicieron los sindicatos (incluida la UGT, Unión General de Trabajadores) y la Izquierda Unida dirigida entonces por Julio Anguita, es previsible que el giro que Cayo Lara, militante del Partido Comunista de España y nuevo dirigente nacional de Izquierda Unida piensa dar a la Federación, y el cambio que se ha producido en la secretaria general de Comisiones Obreras con la sustitución de José María Fidalgo por Ignacio Fernández Toxo, contribuyan a la reedición de ese tipo de oposición frente al Gobierno y a su política contra el paro.

No deja de ser significativo que, recién elegidos, tanto el nuevo dirigente de Izquierda Unida como el nuevo secretario general de Comisiones Obreras, hayan hablado de una huelga general, algo que vivieron tanto Felipe González como José María Aznar, y que Zapatero quiere evitar por todos los medios con el dialogo social y con sus encuentros con empresarios y sindicatos…

Como en Grecia, se corre el riesgo de que, aquí, las protestas puedan iniciarlas los jóvenes, los más castigados, junto con los inmigrantes por el desempleo, por la falta de oportunidades y por un desencanto generalizado.

José Oneto

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