viernes, octubre 18, 2024
- Publicidad -

La lucidez del pesimismo

No te pierdas...

«El optimismo es, frecuentemente,

El producto de un error intelectual»

(Raymond Aron *)

Se dice que es pesimista aquel que mira a derecha e izquierda antes de cruzar una calle de dirección única. Aquí, en España, abundan los optimistas. Así nos luce el pelo. Unos, generalmente instalados en la izquierda, están plenamente convencidos de su capacidad redentora y de su misión histórica y reivindicativa. Otros, los de la derecha, suelen refugiarse en la inercia y en el providencialismo. Analizar, escoger, planificar y trabajar sin descanso -la exigencia de los vocacionales del progreso verdadero- no suele darse por estos pagos. De ahí la debilidad liberal que nos aflige y el síntoma de una escasez que viene marcando los grandes fracasos de nuestra historia desde hace un par de siglos. O un poco más.

Arrancamos un nuevo año con el lamentable espectáculo de la dispersión vacacional de un Gobierno insensible ante los problemas reales de los ciudadanos y de una oposición que parece haber hecho de la siesta su ideario dominante. Los políticos, como los catalizadores, actúan por presencia; pero eso parece demasiado sutil para unos «funcionarios» de la representación popular que, con el menor pretexto, prefieren el ocio -a ser posible distante- que el desempeño de su responsabilidad.

El panorama que en los últimos días presenta el aeropuerto de Barajas es todo un síntoma de la realidad total que nos aflige. El matonismo funcional de unos controladores aéreos, en claro abuso de su posición endogámica de fuerza, y la huelga ilegal de los pilotos de Iberia, en dolosa coincidencia, han colapsado en buena medida la teórica libertad de circulación que nos asiste a los españoles. Eso es grave; pero, mucho más, la reacción -o la no reacción- gubernamental ante lo que es, además de una provocación, un atentado contra los intereses generales de la Nación.

Una vez más, el Ministerio de Fomento, su incapaz titular y sus pintorescos organismos dependientes han permitido la obscena demostración que aquí el que más grita es el que más razón tiene, y que el Gobierno, aparte de las fiscales, no tiene mayores obligaciones.

En ese ambiente, poco constructivo e imposible para el optimismo, el lehendakari Juan José Ibarretxe acaba de anunciar, en coincidencia con las elecciones que habrán de renovar la composición del Parlamento de Santiago de Compostela, las autonómicas que harán lo propio con el Parlamento de Vitoria.

Es previsible que el ruido electoral oculte, en todo o en parte, los sonidos de las crisis -la global y la específicamente española- a las que el Gobierno, después de tardar en reconocerlas más de lo debido, no sabe cómo enfrentarse. En el fondo, el único español que tiene razones para ser optimista es José Luis Rodríguez Zapatero. No da una en el clavo, miente sin cesar, vive rodeado de gente inoperante y trabaja mucho más para conseguir reformar el pasado de España que para mejorar las posibilidades del futuro. Aun así, los acontecimientos tienden a serle propicios y siempre ocurre algo que disimula carencias y enmascara sus continuadas chapuzas.

La previsión más razonable, en lo que respecta al resultado de las elecciones coincidentes en el próximo primero de marzo, parecen favorables al PSOE y/o a sus no plenamente confesadas franquicias regionales gallega y vasca. El traslado del resultado hipotético de esos comicios al paisaje nacional español perjudica notablemente al PP de Mariano Rajoy. Es posible que, en Galicia, el partido de la gaviota deje de ser el más votado y es seguro que, en cualquier caso, no recuperará el Gobierno de la Xunta. Los resultados en el País Vasco pueden ser todavía más negativos y el PP pase a ser menos de lo que ya es.

Si contemplamos el escenario internacional, presidido por la reprobable invasión de la franja de Gaza por parte de Israel, tendremos un marco negro para nuestras pesimistas estampas nacionales. Aquí, con un mal Gobierno y una oposición, como el PP, dividida en luchas familiares el optimismo es insensato y, en el mundo, el pesimismo resulta obligatorio.

(*) Raymond Aron (1905-1983). Filósofo, sociólogo y periodista francés. Una de las más luminosas cabezas de la derecha europea y apóstol incansable de la libertad y la razón como herramientas para acabar con el totalitarismo y el fundamentalismo.

Manuel Martín Ferrand

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -