viernes, octubre 18, 2024
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La patada de Arzalluz

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Es lamentable que un político -retirado o en activo- ensalce algo tan ruin como una agresión a un ser humano. Más aún cuando ésta ocurre a traición, sin avisar. Y, todavía peor, cuando el objetivo es humillar a una persona que representa a todos aquellos que son -que somos- contrarios al terrorismo. Lamentablemente, en el caso de Xabier Arzalluz ya es algo que a la mayoría ni siquiera les llama la atención.

A sus 76 años, el que fuera presidente del Partido Nacionalista Vasco durante más de dos décadas podría haberse convertido en un abuelito tierno y agradable (por pedir que no quede). Pero no. En lugar de ello, se dedica a organizar colectas que enaltecen actos como la patada en los genitales propinada a un miembro del Foro de Ermua por uno de los militantes de su partido.

Ocurrió en marzo del 2007, ante el Palacio de Justicia de Bilbao. El lehendakari Juan José Ibarretxe acudía a declarar por segunda vez por sus reuniones con miembros de Batasuna. El integrante del PNV Alejandro Aranburu se acercó a Antonio Aguirre, miembro del Foro de Ermua. Al llegar a su altura le agredió en la entrepierna, con tanta fuerza que el segundo cayó desplomado al suelo. La semana pasada el juzgado de instrucción número 3 de Bilbao instó a Aranburu a pagar 480 euros de multa y 420 de indemnización a la víctima. Dinero que Arzalluz se ha propuesto recaudar entre los simpatizantes de su partido. Una iniciativa muy solidaria. Lo malo es que sea para un agresor condenado por la justicia vasca.

Lo que el ex jesuita (no, no me lo invento) Arzalluz nunca llegó a entender en su prolongada trayectoria política es la diferencia que existe entre la disparidad ideológica y la necesidad de demostrar los puntos de vista utilizando la violencia. Es por ello que, a día de hoy, noticias de este tipo ya ni siquiera sorprenden. Simplemente causan desazón, y algún que otro cabreo.

Y con actuaciones como ésta, una cosa parece clara. Si el agredido hubiera sido él, tampoco faltaría el dinero para pagar la multa del agresor. Una realidad igualmente triste. Igualmente censurable. Pero, para muchos, ganada a pulso durante años.

Miguel Ángel Rodríguez

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