Una variante de lo mismo. Sin la carga de fondo que tuvo la espantada de Iraq, para poner tierra por en medio entre la propia política y la que había seguido el Gobierno de José María Aznar, la abrupta decisión de retirar el contingente militar español en Kosovo a través de un anuncio expresado la víspera, reitera el desprecio por las maneras y los protocolos -civiles y militares- con los países aliados de que gusta hacer gala José Luís Rodríguez Zapatero.
Cierto es que con esta decisión se pone punto final a un estado de cosas incómodo y contradictorio, es decir, contribuir con fuerzas militares propias al sostenimiento de una situación -la de la independencia kosovar- con la que el Gobierno español no estaba ni está de acuerdo, al igual que tampoco lo están los Gobiernos de Eslovaquia, Rumania y Grecia. Cierto puede ser también el derecho español a resolver la penosa contradicción entre lo que sostiene la diplomacia, por razones obvias de coherencia entre política exterior y problemas internos de secesionismo, y lo que se actúa con la aportación de recursos militares para hacer lo opuesto a lo que políticamente conviene.
Ya se encargó Vladimir Putin en su día -desde su condición de defensor de la integridad territorial de Serbia-, al proclamarse la independencia kosovar, de advertir la contradicción en que España incurría por haber hecho ambas cosas. No es baladí recordar tal comentario del entonces aun presidente ruso, ya en las últimas semanas de su segundo mandato como jefe de Estado. Y no lo es porque cabe la posibilidad de que lo decidido por el presidente Rodríguez tuviera algo que ver con un gesto amistoso hacia Moscú, tras de la reciente visita a Madrid del presidente Medvédev.
Dentro de la ligereza que suele caracterizar el comportamiento de Rodríguez en tantas cosas y en tan diversos órdenes, algo como lo dicho no tendría que considerarse como inverosímil, pues lo de Kosovo es una cuestión emblemática en la proyección internacional rusa, y no sólo en lo estrictamente diplomático como en lo militar, e incluso en lo bélico. Muy común ha sido la apreciación de que la caucásica guerra de Georgia durante el pasado verano tuvo connotaciones ciertas de simetría con el asunto balcánico del Kosovo, por haberse opuesto Rusia, de manera tan frontal, a que se dañara de esta referida forma la integridad territorial de Serbia.
Pero advertida esa posibilidad, parece lo más probable que sea la cuestión de Afganistán la causa de que, sin consulta previa, se haya puesto fecha a la retirada de los efectivos militares españoles desplazados al Kosovo. Dado que desde el primer momento el presidente Obama haya pedido un aumento de los esfuerzos aliados para la campaña de Afganistán, y habida cuenta las dificultades parlamentarias que el Gobierno habría de enfrentar para el incremento de los contingentes militares españoles en el exterior, podría haber sido el asunto afgano el motivo de la aparente precipitación. La hipótesis afgana permitiría considerar que la Casa Blanca no verá con malos ojos la salida del Kosovo de las fuerzas militares españolas. Se habría desnudado un santo para vestir otro. Y, en todo caso, parece claro que para Washington la prioridad de ahora es Oriente Medio y Afganistán y no el Kosovo y los Balcanes, aunque este capítulo no deje de tener presencia en la reactivación del nacionalismo ruso con la que no contaba Obama.
José Javaloyes