A muchos no les sonará o les parecerá un cuento, pero «Pepe el del Popular» existió y dejó huellas. Era un director de oficina urbana en Santander, la principal del Popular en esa plaza, que montó un banco paralelo con clientes que se dejaron enredar en una estafa piramidal clásica. El director ofrecía discretos rendimientos adicionales (sin fiscalidad) a los clientes «seleccionados», que guardaban el secreto y se dejaban estafar con el blando argumento de la confianza. De esta forma el tal «Pepe», con diligencia y esmero, se montó un fondo particular con el dinero de los clientes (lo mismo que Madoff, aunque éste en gran escala, la que va de Nueva York a Santander).
Los del banco, que se ufanaban de un buen control interno, descubrieron (aunque tardaron) el montaje, aunque no impidieron que el estafador tomara las de Villadiego para desaparecer de escena y cruzar el charco. El timo de «Pepe, el del Popular» se convirtió en un caso real que trajo de cabeza a los directivos bancarios de los departamentos de riesgos internos. A Luis Valls, el presidente del Popular, le llevó horas de reflexión y le costó un ejercicio de humildad, esas cosas les podían pasar a otros menos cuidadosos, pero ¡en el Popular!
Dieciocho años después, el famoso «Pepe» ha aparecido en México y ha sido detenido. Toca ahora el correspondiente expediente de extradición, que concluirá con su ingreso en alguna prisión española para cumplir la condena de un tribunal que le juzgó en rebeldía y ausencia.
El cuento final recuerda aquel programa de la radio: «El criminal nunca gana», puede disfrutar un rato más o menos largo, pero la larga mano de la Justicia acaba alcanzando. No siempre ocurre, pero en este caso el tal Pepe va a cambiar la soleada Veracruz por una celda a la sombra. Una historia que encuentra su punto y aparte antes de pasar dos décadas.
Fernando González Urbaneja