viernes, septiembre 20, 2024
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El Papa inquieta en Tierra Santa

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Era casi normal que en una de las zonas más conflictivas y politizadas del mundo la visita «espiritual» de Benedicto XVI acabara siendo objeto de polémica. Este Papa no es sólo la cabeza de la Iglesia católica, es, además, alemán de avanzada edad. Vivió, por tanto, el genocidio perpetrado contra los judíos en Europa. En Israel, patria de los judíos, él tenía que encontrar un campo de minas.

Esa condición de alemán y el hecho de que hace años el Papa perdonó a un obispo que había minimizado el alcance del holocausto hace que bastantes comentaristas judíos interpreten incluso los suspiros del Pontífice. Su intervención en el Yad Vassem, el Museo del Holocausto, ha sido calificada de suave o decepcionante por varios comentaristas hebreos. Por las razones apuntadas, a Benedicto se le exige el máximo. Es sabido que su familia era antinazi, él, que nunca se unió al partido, sirvió obligatoriamente en el ejército alemán durante la guerra pero no intervino en ninguna acción reprobable, aceptó gustoso ir al Museo Yad Vassem, como había hecho su predecesor, Juan Pablo II, en su alocución condenó con dureza la barbarie el genocidio judío, «algo que nunca debe ser negado u olvidado» mas, para algunos, no basta. Alegan que debió recalcar la responsabilidad de las autoridades alemanas y de los nazis.

Todos esperan demasiado del Papa. Los judíos, que subraye, desde todos los angulos, la atrocidad del Holocausto y que condene la violencia de los grupos extremistas árabes; los palestinos, que se pronuncie en contra de la ocupación israelí. El Pontífice abandonó antes de tiempo un acto interconfesional en la iglesia de Notre Dame porque uno de los clérigos islámicos se embarcó en un discurso político contra las autoridades judías.

Inevitablemente, las palabras del Papa en Tierra Santa son juzgadas o demasiado tibias o demasiado fuertes.

En la mañana del miércoles, Benedicto XVI no ha podido evitar mojarse. En un campo de refugiados palestino rehusó dirigirse a la gente en un lugar que le habían preparado que podía ser explotado políticamente, pero cuando habló se expresó sin rodeos sobre dos temas aceptados por la comunidad internacional: denunció la existencia del muro construido por los israelíes y abogó por la existencia de dos Estados, seguros y viables, en la zona, Israel y Palestina, algo que las autoridades de Tel Aviv venían últimamente admitiendo pero que el reciente Gobierno judío parece cuestionar.

El Papa pidió insistentemente a los palestinos que huyan de la violencia para conseguir su Estado independiente. El discurso, con todo, no habrá entusiasmado a los halcones judíos.

Inocencio Arias

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