viernes, septiembre 20, 2024
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Un «nuevo perfil» israelí

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Hasta en las sociedades habituadas a la violencia, a la violación de los más elementales derechos humanos, al arrasamiento de viviendas, el encarcelamiento indefinido de sospechosos, la segregación racial, los muros de separación, los humillantes puestos de control, los asesinatos selectivos de quienes, desesperados, se alzan contra la ocupación… en fin, hasta en el mismo Israel de hoy surgen voces que buscan abrir nuevos caminos, que intentan crear un «nuevo perfil» en la sociedad israelí, que permita soñar con un futuro de paz y entendimiento entre judíos y palestinos en ese país, lejos de la preocupante situación actual.

Eso pretende la organización «Nuevo Perfil: movimiento por la civilización (sic) de la sociedad israelí», cuyos afiliados se empeñan en desmilitarizar una sociedad a la que denominan «el Estado de los soldados», convencidos de que en Israel es todavía posible planear y ejecutar políticas de paz. En su manifiesto inicial expresan el convencimiento de que «nosotros, nuestros hijos y nuestros amigos no tenemos por qué seguir estando permanentemente movilizados, no tenemos por qué seguir viviendo como guerreros».

Consideran que la situación tan militarizada que se vive cotidianamente en Israel obedece a las decisiones libremente adoptados por sus gobernantes, y no a fuerzas externas sobre las que se carece de control. Lo explican así: «Advertimos que la ‘seguridad nacional’ es un concepto que a menudo oculta decisiones calculadas para elegir la opción militar a fin de alcanzar objetivos políticos».

Esta organización ha saltado a los medios de comunicación porque hace unas semanas varios activistas israelíes que luchan por la paz fueron detenidos y sometidos a interrogatorio, y solo se les puso en libertad cuando firmaron un documento en el que se comprometían a no tomar contacto con sus correligionarios políticos durante 30 días. Muchos de ellos eran miembros de Nuevo Perfil (NP), organización a la que se acusa de incitar a los soldados a desertar o a no alistarse.

Tan arbitrarias medidas han causado revuelo y han generado un movimiento de solidaridad hacia los pacifistas israelíes. Éstos niegan cualquier actividad orientada a minar la disciplina de los soldados, pero no ocultan que ayudan a éstos cuando libremente deciden abandonar el uniforme. NP publicó en una nota oficial: «Estas acciones confirman lo que durante muchos años hemos venido sosteniendo: el militarismo de la sociedad israelí daña los sagrados principios de la democracia, la libertad de expresión y la de asociación política. Quienes pensaban que hasta ahora solo tenían fichas policiales los ciudadanos árabes de Israel, comprueban que desde ahora nadie podrá estar seguro del derecho a expresar sus opiniones, cuando éstas se refieran a los defectos de la sociedad israelí y de sus gobernantes».

NP declara que la sociedad en un «Estado de soldados» es esencialmente injusta; el vértice de la pirámide lo ocupan los que luchan. Éstos son predominantemente hombres y además judíos. Tienen la información privilegiada, lo que les da prioridad para tomar decisiones. «Quienquiera que dude de éstas, cuando atañen a la seguridad nacional, es calificado de ingenuo, payaso o desinformado». El sistema educativo nacional contribuye a imbuir esta idea desde la juventud.

La repugnancia que las actividades militares contra el pueblo palestino causan en algunos soldados israelíes es cada vez más intensa. Es el caso, por ejemplo, de Yehuda Shaul, fundador de la organización Breaking the Silence (Rompiendo el silencio), que ahora es reservista tras servir como soldado. Sus comentarios no tienen desperdicio: «Cuando estás en un check point, los obligas a esperar mucho más de lo necesario, a veces durante horas, y coges a un palestino al azar y le das una paliza, de cada quince o veinte que pasan, para que el resto tenga miedo y esté tranquilo. Sólo así, tú que estás con cuatro soldados más los dominas a ellos que son miles». Sobre las misiones de patrulla dice: «Cuando entras en Gaza con el carro de combate y ves un coche nuevo, aunque tengas espacio en la carretera, pasas por encima. Y también disparas a los depósitos de agua. Para meterles miedo, para que te respeten, porque esa es la lógica de lo que nos enseñan a los soldados israelíes».

Su conclusión es demoledora: «Los check points no sirven para impedir que los palestinos entren en Israel; sirven para que la realidad no entre en Israel. Porque esta es una sociedad de soldados, todos pasamos por el ejército tres años cuando somos jóvenes y luego un mes al año. Y todos hacemos eso. Por eso existe el muro de silencio, de negación, porque todos somos responsables y no lo queremos admitir». Añade: «Ellos son las víctimas, nosotros los victimarios. Pero como victimarios, también pagamos un precio. Esta es una sociedad incapaz de mirar a los ojos a la verdad, a sus propios actos. Por tanto, es una sociedad moralmente enferma».

La salvación de un Israel enloquecido por el mito de la supervivencia y de la omnipotencia de las armas no podrá venir de fuera; ni siquiera de una repulsa internacional como la que derribó al odioso régimen del apartheid sudafricano. Solo podrá surgir de dentro, de quienes habiendo vivido el engaño y el horror se atrevan a denunciarlo y redoblen sus esfuerzos para crear no solo un «nuevo perfil» sino un nuevo Israel que abomine de mucho de lo que ha sido su pasado más reciente.

Alberto Piris

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