Las ventas de coches en mayo vuelven a marcar mínimos. Poco más de 70.000 vehículos vendidos en el mes, el 38% menos que hace un año. Para los cinco primeros meses las ventas apenas pasan de 350.000 millones, las más bajas del siglo.
Los optimistas oficiales nos van a contar que las medidas de estímulo empezarán a notarse en junio, y que a partir de verano se percibirá un proceso de normalización de ese mercado. Pero no conviene dejarse dominar por la euforia sin datos verificados. Los concesionarios, vendedores finales de coches, dicen haber notado más visitas, incluso más operaciones de compraventa, pero es demasiado pronto para certificar el fin de recesión.
Más que los 2.000 euros que ofrece el Gobierno para estimular la demanda, son las propias ofertas de los concesionarios, que por reducir almacén están dispuestas a sacrificar margen y beneficio.
La demanda, el consumo interno, sigue muy abajo, no hay capacidad de compra y la que existe palidece ante la urgencia prudente del ahorro. Y mientras el consumo no se recupere no hay posibilidades de recuperación de la economía, que es condición imprescindible para que el empleo crezca.
Las estrategias de recuperación económica han pinchado en hueso en Europa; los países tradicionalmente más estables, caso alemán, consiguen defender las tasas de empleo, pero en los otros, especialmente en el caso español el aumento del paro es inquietante, espectacular.
Las ventas de bienes duraderos, de inversión, están hundidas y los bienes de consumo no van mejor. Las ofertas comerciales para incrementar o defender la cifra de ventas de los comercios son espectaculares, nunca se ofreció tanto por tan poco. Pero tampoco nunca en el plazo de las dos últimas generaciones sufrieron una crisis tan dura.
Fernando González Urbaneja