Menos mal que alguien ha puesto un poco de humor en la triste campaña electoral que hemos celebrado en España, a propósito de Europa. Por ello debemos rendir homenaje a esta «ogrita» gentil y encantadora que es Leire Pajín. La que, como un arcángel llegado del cielo, o de la ciénaga de Shrek, fue la protagonista de la anunciación del acontecimiento planetario que se va a celebrar en nuestro país, cuando Zapatero asuma la presidencia de la UE en 2010. Lo ha dicho nuestra Fiona Pajín, ante el asombro de propios y extraños, lanzando al espacio sideral una profecía que no figura ni en los más recónditos arcanos de Nostradamus. El mundo cambiará en el plazo de poco más de seis meses, a nada que el dedo mágico de Obama choque con el índice eléctrico de Zapatero, en una moderna reproducción de los frescos de Miguel Ángel que coronan el techo de la Capilla Sixtina.
Y lo más divertido de todo ello es que, después de unas primeras muecas de estupor tanto en la Moncloa como en la sede central del PSOE, por causa del anuncio planetario de esta aprendiz de portavoz, en el PSOE han dicho que «a lo hecho, pecho». Y Zapatero ha insistido en el mensaje y en la idea de que el mundo va a cambiar en cuanto él se siente con Obama, y los dos se pongan a levitar. Aunque, como en todos los cuentos, el encantamiento solo va a durar los seis meses de la presidencia europea de Zapatero. Luego Dios dirá.
En realidad semejante profecía no se le ha ocurrido a Fiona Pajín, sino que a buen seguro ella se la habrá escuchado a su líder mundial que es propicio a estas ensoñaciones, como al principio de su mandato prometió apoyar en Madrid el estatuto que acordara el parlamento catalán, convertir España en un Estado federal, pactar con ETA el fin de la violencia, llevar el país a la Champion League de los países más ricos de la Tierra y acabar con el paro en la presente legislatura.
Pero luego, cuando el reloj del palacio dé las doce campanadas, y los seis corceles de la carroza se conviertan en presurosos ratoncillos, todo volverá a la dura realidad y los encantamientos se desvanecerán en el aire espeso del pesimismo y la desilusión. Que es lo que, lamentablemente, volverá a ocurrir con este advenimiento que, por lo menos, ha venido a endulzarnos esta agria y tensa campaña electoral.
En realidad todo ha sido como un juego de palabras, una licencia política y literaria en medio de una Europa desvaída que no levanta entusiasmos entre los ciudadanos. Entre otras muchas cosas porque esta Unión Europea de los 27 es inviable y no es sombra de lo que fue, o pretendía ser, cuando nació el ideal europeo de la mano de las seis naciones fundadoras del Tratado de (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) o de las nueve de la Comunidad Europea (tras el ingreso posterior de Inglaterra, Irlanda y Dinamarca).
Además, los últimos acontecimientos políticos de Italia y Gran Bretaña, con los escándalos de Berlusconi y los líos del gobierno británico, ofrecen una pobre imagen de la Unión, a la que se añade el progreso de la extrema derecha holandesa, el bloqueo irlandés del nuevo Tratado, y los problemas de Chequia y de sus vecinos del Este, entre otros muchos problemas en los que manda la crisis económica que ya ha dañado seriamente el despegue de los veintisiete.
España no va a la zaga, y el lamentable espectáculo de la campaña electoral que hemos visto en nuestro país, con candidatos de medio pelo y polémicas de todo pelaje y con pésimas maneras, hace que nuestro país se encuentre en el pelotón de los torpes, con el añadido del record europeo del paro y de la notable frivolidad o incapacidad política de un gobierno que desde luego no da la talla, y una oposición con problemas internos y de su liderazgo que no acaba de despegar como alternativa nacional. Sin embargo, y a pesar de los pesares, esta campaña nos va a dejar el regalo de Fiona y de su profecía planetaria. Un regalo sin par que guardaremos en la memoria a la espera del anunciado día triunfal.
Marcello