No entienden los políticos socialistas, sus medios de comunicación y aún menos sus habituales publicistas el por qué de la derrota de la izquierda en las elecciones europeas, cuando se supone que han sido lo que ellos llaman la derecha económica y financiera, los responsables de la crisis económica. Cualquier reflexión o análisis que excluya, al menos en España, Francia e Inglaterra, a primeros protagonistas del socialismo europeo está llamado al fracaso. Y lo que es peor, cualquier intento de arreglar el problema sin el previo relevo de estos protagonistas, como son Zapatero, Aubry o Brown, solo va a servir para alargar su agonía y aumentar el tamaño de su derrota.
Resulta, pues, inútil el buscar explicaciones políticas o ideológicas a las derrotas del socialismo europeo en las pasadas elecciones, al menos en lo que a España, Gran Bretaña y Francia se refiere. Los culpables son los tres dirigentes que juegan al debate de la confusión ideológica para eludir su responsabilidad política y personal, que es flagrante en el caso de Gordon Brown con todo un gobierno plagado de escándalos y deserciones. Y con el laborismo inmerso en luchas intestinas de poder desde que Brown forzó la salida de Tony Blair para hacerse con el poder, víctima de su impaciencia y ambición, por lo que ha sido a él a quien le ha tocado lidiar con la crisis y el resto de escándalos y problemas que podrían haber consumido el final de Blair, y haberle dejado a él en la reserva para momentos como el que ahora se vive en el Reino Unido.
En Francia ocurre algo parecido, las luchas de poder entre los dirigentes del Partido Socialista francés permanecen activas, y especialmente entre las dos dirigentes que se disputaron hace poco su liderazgo, Aubry y Royal, la primera derrotada estrepitosamente en las urnas europeas, y Ségolène con un estrepitoso fracaso en los comicios presidenciales frente a Sarkozy, lo que les obliga a la anunciada «refundación» del partido por enésima vez en los últimos tres años.
En España el problema se llama Zapatero, por más que se empeñe Felipe González en disimular, aunque el ex presidente cada vez disimula menos a la vista de sus críticas públicas a la política de financiación autonómica, sus tardías medidas contra la crisis y a su política energética y sobre centrales nucleares. En España el problema está en la inconsistencia e incompetencia política de Zapatero y de su gobierno y dirigentes del Partido Socialista. Y González lo sabe y puede que esté a cinco minutos de decirlo, por más que hace grandes esfuerzos de auto contención. Pero muchos interlocutores de su entorno ya han escuchado al ex presidente hacer durísimas críticas sobre Zapatero y sus equipos de gobierno y del partido.
Basta repasar el currículum, la experiencia y el conocimiento que tienen de los asuntos que gestionan todos estos personajes que habitan el gobierno de Zapatero y la dirección del PSOE. Ni Blanco, ni Aído, ni Sinde o Jiménez, Chacón y Salgado tienen el conocimiento necesario para asumir y dirigir los ministerios a los que han llegado. Y qué decir de Pajín en el PSOE, o de los ya deteriorados vicepresidentes De la Vega o Chaves, y la incapacidad política del funcionario Moratinos, o lo que ha pasado con los ministros ya cesados como Álvarez, Trujillo, Bermejo, etc.
Y si todo esto es así el problema que se plantea es más grave porque con los ministros y dirigentes citados, con Zapatero a la cabeza, todo indica que no hay solución a corto o medio plazo, y que al PSOE le espera una larga y penosa legislatura, con la crisis económica sobre sus cabezas, y con una permanente amenaza de estabilidad política y parlamentaria que tiene su talón de Aquiles en Cataluña y en el PSC. Y todo pendiente de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el estatuto catalán y la esperada reforma del sistema de financiación autonómica.
Además, está claro que la crisis económica es una cuestión de Estado y no solo de partido -de ahí las propuestas de González sobre acuerdos con el PP de manera transversal-, y ese pacto PSOE-PP solo será posible si antes Zapatero rectifica su política autonómica a favor de la cohesión nacional, de la solidaridad y el mercado único, lo que le crearía problemas serios con el PSC-PSOE y el gobierno catalán. De manera que el laberinto no tiene salida y menos aún con Zapatero a la cabeza del gobierno. ¿Qué hacer? Ese es el problema de la izquierda y especialmente del PSOE. El PP solo tiene que mantenerse firme en la defensa de la cohesión nacional como cuestión previa a cualquier otro pacto, y si eso no lo acepta Zapatero, limitarse a esperar, porque la crisis avanza y el fracaso electoral europeo se repetirá.
Pablo Sebastián