Cuarto mes consecutivo con IPC a la baja; son unas décimas, pero se van acumulando. Puede ser efecto estadístico de la caída del precio del crudo, que lo es; pero también hay otros factores nada desdeñables de naturaleza propia e interna. El Gobierno, siempre paternalista, siempre receloso frente a cualquier problema, trata de espantar cualquier fantasma que se parezca a un fenómeno de deflación; insiste en que de eso nada, que a fin de año el IPC estará en signo positivo. Y pretende que eso es señal de buena salud.
Ese tipo de interpretaciones paliativas, ese quitar importancia, es bueno para los niños y las personas con poco criterio. En momentos difíciles, buena cara; a cualquier dificultad, sensación de dominio y normalidad. Pero se aprende de las dificultades y en esos momentos es cuando la función pedagógica puede ser más relevante y eficaz. Pero aquí de pedagogía nada, que no se altere el personal y no imaginen que tendrán que arrimar el hombro. El riesgo de deflación es objetivo, probable; seguramente poco probable, pero es un riesgo que bien analizado y descrito puede producir buenos frutos.
Combatir la deflación es difícil, la experiencia japonesa lo acredita y la larga depresión de los años treinta sirve de referencia. Un fenómeno de deflación suele ser parejo a una caída de las expectativas de los ciudadanos; la deflación va asociada al miedo y el pesimismo. Ante la inseguridad, prudencia, ahorro, poco consumo y esperar.
La caída de los precios durante estos últimos nueve meses ha permitido al sistema productivo español arañar unas décimas en la pérdida de competitividad. No es un mal fruto si se acierta a aprovechar el fenómeno, pero no parece que sean ésas las pretensiones oficiales.
Sin controlar la política monetaria y cambiaria, que son funciones cedidas a la Unión Monetaria, la política económica nacional se concentra en la política fiscal y en la productividad. En el lado fiscal, el riesgo de deflación aconseja recorte de impuestos, no agobiar al ciudadano con más cargas y alentarle a consumir e invertir.
Además parece muy recomendable en esos casos reducir costes en todos los epígrafes, incluidos los costes laborales y salariales. En una coyuntura recesiva hay que trabajar un poco más para ganar un poco menos. Es algo que está al alcance de cualquiera, aunque también es habitual que cada cual piense que tiene que empezar el vecino y que… luego ya veremos.
El Gobierno, si tuviera estrategia de fuste, estaría explicando los riesgos de la deflación y animando a los ciudadanos con capacidades a arrimar el hombro, a contribuir a la recuperación. Es lo que hace el presidente Obama. Y lo que no hace el Gobierno Zapatero, resistente a admitir problemas y a predicar esfuerzos.
No quieren aceptar el riesgo de una deflación, efectivamente es improbable que ocurra, pero la mejor forma de activarla es seguir perdiendo credibilidad, sembrar la desconfianza y la inseguridad.
Fernando González Urbaneja