martes, enero 21, 2025
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Los piropos del alcalde

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En la presentación del tercer tomo de «Millenium», del escritor sueco Stieg Larsson, el alcalde de Madrid ha lanzado con visos de dogma una abrumadora noticia. Según Ruiz-Gallardón, «la prensa es la que termina por descubrir los excesos del Estado y los poderosos». Nada menos. Lo cual significa que sin ella estaríamos en ayunas sobre las grandes verdades que apenas afloran, y a menudo subyacen, según los casos, en el campo de la realidad. Sobre todo de la profunda realidad.

Al alcalde de Madrid, que alguna vez ha encontrado en los medios de comunicación una relativa horma de su propio zapato, se le ha encendido su privilegiada bombilla mental y, en consecuencia, nos ilustra sobre el funcionamiento de la historia e incluso de la llamada intrahistoria. Gracias a sus palabras, los periodistas y comunicadores han conocido inesperadamente los beneficios de la justicia.

Ha sido una confesión de parte que honra la dadivosidad del regidor de Madrid, cuya aspiración, después de tantas décadas e incluso siglos, puede consistir en emular, cuando no superar, al rey Carlos III. Ya se sabe, «el mejor alcalde de Madrid».

Después de la afectuosa valoración pro medios lanzada por Ruiz-Gallardón, a los periodistas les va a costar o nos va a costar aplicarle en lo sucesivo el apodo de «el zanjas», en homenaje sarcástico a los destrozos constructivos que bajo su mando o a comisión se vienen practicando sobre el terreno de la Villa y Corte.

El personaje político que más árboles ha talado en la capital de España (¿se dice así?) ha llevado su competencia con la presidenta de la Comunidad madrileña a límites valerosos. Naturalmente, la prensa y el resto de los medios de comunicación se han perdido a veces en los entresijos de las rivalidades orientadas a la conquista del poder central para cuando Zapatero haya naufragado del todo, llevándose por delante a su partido, y Mariano Rajoy haya dado la medida de su escasa fascinación para aspirar a sucederle.

Para el mundo de la prensa lo esencial es que el alcalde de Madrid ha atribuido a nuestro mundo mediático la capacidad de prospección que el acontecer necesita para aportar la materia prima de la que se surten los historiadores de hoy y del mañana. Lo que el señor Ruiz-Gallardón no ha dicho es hasta qué punto el mundo mediático es casi siempre tributario de las versiones que le hacen llegar desde el universo de los intereses. O sea, que una cosa es lo que pasa y otra, casi siempre, lo que te hacen creer que pasa. Y quienes más responsables son de que la historia se pueda llegar a escribir como ya se viene escribiendo son los delatores por encargo o por engaño del enemigo político o del competidor financiero, etcétera, que se tirotean con el vecino. Los periodistas nunca fueron los principales propietarios de lo que dicen.

El fuego cruzado de los rencores y venganzas acaba incendiando, ya que no tanto encendiendo, el mapa de la realidad. Todo un mundo audiovisual, por ejemplo, nos encadena con sus privilegiadas cadenas. El resto mediático vulnerable completa la labor. Y cuando la honradez, que existe, intenta hacer su obra, suele correr el riesgo de que su representante de turno tenga que pagar precios abusivos. De manera que el señor Ruiz-Gallardón, que aspiraba a dejar de ser alcalde para buscar más elevados objetivos y se ha frenado en seco debería reflexionar sobre su halagadora premisa de que la prensa, en su sentido genérico, es la que descubre los excesos de los poderosos, incluido naturalmente el Estado en todas sus vertientes.

El señor Alcalde probablemente no merece que le demos las gracias. Y cuando sostiene que la prensa es «pieza clave de contrapoder de nuestro sistema político», sabe perfectamente que miente. El contrapoder, si en él se pretende englobar a la prensa en el sentido profesional de la palabra, no es cosa de su propiedad, sino propiedad de los propietarios de las grandes fuentes que alimentan a la historia fluyente. Lo que va llegando impreso u objetivado de manera interpretada a la posteridad es como los ríos auríferos de cuyas aguas se extraen pepitas que puede servir para la difícil reconstrucción de las claves de la verdad diluida.

Lorenzo Contreras

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