El mago de la pirámide de oro, el gran estafador del siglo XXI, Bernard Madoff, ha sido condenado a 150 años de cárcel, con lo que no recuperará en vida la libertad, salvo grave enfermedad. La sentencia que le ha caído encima es la máxima que podía imponer el tribunal, adonde han llegado los lamentos de los inversores estafados, muchos de ellos miembros de la realeza financiera que nunca se preocuparon en adivinar cómo el negocio de Madoff ataba los perros con longanizas y ofrecía sabrosos dividendos del ocho, nueve, diez, once, doce y trece por ciento, siguiendo el bonito juego de la pirámide según el cual se pagan los dividendos con el dinero de nuevos impositores, hasta que se derrumba, como ha ocurrido, este sin par monumento funerario a la golfería financiera internacional.
Y preguntamos: ¿cuántos años de cárcel le han caído a los intermediarios y a los responsables de supervisar empresas como las de Madoff? La crisis de las finanzas, los pelotazos, las stocks options, los megasueldos, la crisis de los banqueros sin control, de los bonos basura, las hipotecas subprime y los productos financieros empaquetados y revendidos al mejor postor se van de rositas sin que paguen los que tienen que pagar, empezando por la Administración Bush, siguiendo por la SEC americana y los controladores de los distintos países europeos que no han controlado lo que debían, como siguen a su aire los paraísos fiscales, de los que ya nadie se acuerda.
Los paraísos de los que tanto habló Zapatero en los pasillos del G-20 como si él hubiera sido el matador de estos banqueros del blanqueo y la evasión de capitales y de los impuestos, cuando fueron Obama y Sarkozy los que sacaron el tema frente al nuevo chino mandarán, para que luego todo haya quedado en nada.
Y Zapatero, que se dice de izquierdas, lo primero que ha hecho en el caso español de la crisis es salir en el socorro de sus banqueros, y luego de las grandes fortunas, a las que no les piensa tocar un pelo en el apretón fiscal, porque ahí están las riquísimas Sicav cotizando al 1 por ciento, las plusvalías al 18, el patrimonio suspendido, las empresas familiares y de pantalla al 30, y el genio/tonto de la Moncloa empeñado en cazar a los profesionales al 50 por ciento de IRPF, para acabar de hundir la economía y machacar las clases medias de este país. Y, eso sí, las riquezas y patrimonio inmobiliario de la Iglesia española, exenta de pagar los impuestos, y utilizando los beneficios para meterse en política.
En España han sido muchos los ricos y los pardillos que cayeron presos de patas en el pastel de Madoff -se reirían de los pobrecillos inversores de los casos de Afinsa o Gescartera-, y encima parecía que los señoritos que iban de intermediarios -como Morenés/Botín, o Piedrahita- les hacían un favor a los inversores que dejaban entrar en tan exclusivo club, poniendo de testigo a los famosos que ya habían enredado en la madeja: «¿sabes quién está ahí? Oye, no se lo digas a nadie que no hay sitio para todos, aquí no se admiten nuevos ricos…».
Y sólo faltaría que en España los primos que se fueron a dar el pelotazo al club Madoff de Nueva York y han perdido su dinero lo puedan recuperar, aunque sea una parte, a través de los bancos o entidades que hicieron de intermediarios y que se están acogiendo a los distintos planes de ayudas del Gobierno español. Porque esas ayudas y los avales públicos luego nadie sabe bien por qué circuitos deambulan y a dónde van.
Eso es lo que nos gustaría saber a todos los españoles por parte de este listo que tenemos en la Moncloa, que un día recibe a los banqueros sentados en los sillones y sofás del primer palacio del poder ejecutivo, y otro día y para disimular, los sienta en unos pupitres como si todos estuvieran en la escuela sentados en modestas sillitas para no alarmar al personal. Madoff está preso de por vida, pero no puede ser un caso aislado ni el único castigo ejemplar.
Marcello