La trágica foto de Neda ya ha entrado en la historia. Los que denostan al régimen iraní estarán tentados de magnificar su importancia. La realidad es que los ayatolás no van a caer por esa imagen, como tampoco cayó el régimen chino por la impactante foto de la plaza de Tiananmen hace justamente veinte años.
Tampoco, sin embargo, cabe minimizar el alcance de la secuencia de la estudiante desangrándose en las calles de Teherán. El mundo entero ha podido ver a una joven inocente y pacífica abatida como una alimaña por los esbirros del régimen. Su delito era participar en una manifestación en la que se protestaba por el desarrollo de unas elecciones harto dudosas.
Hemos contemplado el patético momento gracias al twitter. Las autoridades iraníes han limitado considerablemente el acceso de los periodistas extranjeros a los acontecimientos que conmovían al país. Pero se habían olvidado de los teléfonos móviles. Los medios de información extranjeros se han tenido que apoyar en imágenes y mensajes tomadas en la calle por centenares de ciudadanos iraníes que luego han sido transmitidas por el teléfono y el twitter. En ocasiones, lo recibido era imperfecto o borroso; en otras, más diáfano. Con frecuencia exige comprobar que lo que nos llega corresponde efectivamente a la ciudad que se nos indica, pero las elecciones iraníes marcan una auténtica revolución en la forma de hacer periodismo.
Un Gobierno, como en este caso el de Teherán, puede expulsar a periodistas extranjeros, prohibir a otros que abandonen su domicilio a las horas de «movida» en la calle, crear interferencias a la BBC o a las radios del exterior, pero hay imágenes que se escapan, que se filtran gracias al twitter. Y saltan a todo el mundo. Primero en blogs, muy pronto -a mayor censura, mayor avidez del exterior- en la CNN y otras cadenas de televisión. La gente en la calle, agraviada o simplemente comunicativa, ha actuado como corresponsales que abren los ojos al mundo.
En adelante, los gobiernos autoritarios tienen otra pesadilla. Pueden controlar la información, culpar a la CIA de lo que ocurre en el país porque siempre es rentable, pero difícilmente podrán anular este tumulto de voces de los móviles y el twitter. Es una consecuencia de la canallesca muerte de Neda Agha-Soltan.
Inocencio Arias