Los índices bursátiles están cercanos a máximos del año y del ciclo, casi doblan los mínimos de finales del invierno. Y no se trata de espejismos o burbujas especulativas ya que las rentabilidades por dividendos son excelentes (4,7% en la media del IBEX35) sobre todo comparadas con cualquier otra alternativa de inversión.
Las bolsas están aparentemente fuertes, llevan un verano excelente que ha devuelto la sonrisa a los inversores perezosos o muy leales a sus títulos. Pero con ruido de fondo. Hay mucho ahorro remansado en busca de oportunidades, hay pocas alternativas de inversión, por eso las compras de acciones se sostienen y las carteras aguantan.
Pero el volumen de negocio es moderado y muy concentrado. El centenar largo de acciones cotizadas en el continuo acumuló ayer un volumen de negocio de 1.570 millones de euros, una cifra modesta sobre la media de los últimos tres años y el 75% de esa cifra se concentra en los cuatro valores principales: Santander, Telefónica, BBVA e Iberdrola.
Las incertidumbres son evidentes. Los resultados de las compañías cotizadas son buenos en la actual coyuntura, muchas han gestionado con acierto la travesía de la crisis y van mejor que la media de la economía; pero las incertidumbres afectan más al marco económico general que a las cuentas detalladas de las compañías.
Se percibe una salida global de la recesión, lenta y tímida, pero salida. Los gobiernos no van a retirar las muletas, los estímulos al crecimiento, porque temen una recaída, un efecto W que puede ser desolador. Y las bolsas prefieren apostar a la recuperación que al desastre, quizá con la pretensión de las profecías que se cumplen. Pero con sensación de debilidad, de volatilidad.
Fernando González Urbaneja