La prima que los medios otorgan a la extravagancia contribuye a distorsionar la realidad. Un humorista que se burla de las elecciones alemanas con la presentación de una candidatura propia logra más espacio en las televisiones que los propios candidatos con posibilidades. Alguien dirá que es una forma de explicar el desprestigio de la política y el disgusto de los ciudadanos, pero el argumento no es creíble, no es válido.
Algo semejante ocurre con la más ruidosa oposición al presidente Obama que no repara en utilizar las mentiras y las exageraciones para descalificar al presidente. Lo que se pone de relieve, más que la debilidad del presidente, es el desmantelamiento ideológico y moral del Partido Republicano. Negar el derecho del presidente a hablar a los escolares y recomendarles esfuerzo y diligencia desborda el marco del debate de los derechos para instalarse en el ámbito de lo patológico.
Laura Bush, sensible a los problemas educativos, ha defendido el derecho del presidente a hablar a los escolares. A los escalares y a cualquier otro ciudadano. La ofuscación de los agitadores radicales que dicen actuar a favor del Partido Republicano puede condenar a éste al mayor de los descréditos.
Obama hablará hoy ante el pleno del Capitolio, Congreso y Senado, sobre la reforma sanitaria. Un asunto complejo en ese singular país que es Estados Unidos, a veces tan difícil de comprender desde este lado. Las críticas que desde el lado republicano se lanzan contra el programa sanitario de Obama no las suscriben ninguno de los partidos conservadores europeos.
El discurso de Obama promete ser importante, pondrá a prueba una vez la potencia retórica y argumental del improbable presidente que ha basado en la oratoria buena parte de su éxito. El presidente ha dado todas las pruebas posibles de poner en práctica políticas bipartidistas, transversales y ha ofrecido a la minoría republicana espacios para negociar. No ha conseguido casi nada, mucho menos que durante su etapa como congresista en Cámara de Illinois, donde acreditó y ensayó su notable capacidad negociadora.
El presidente tiene ahora que trazar la raya de la reforma sanitaria que defiende y asumir que no tendrá apoyo del otro partido. Y a partir de ese momento el problema lo será tanto o más para los republicanos opuestos al plan y atrapados por unos activistas que han hecho de la mentira y la exageración su forma de actuación política.
Si la oposición a Obama son esos activistas que van a los mítines con un rifle de repetición o con pancartas que advierten de la implantación de la eutanasia para los mayores y otras barbaridades, quienes tienen un problema son los republicanos que se han quedado sin espacio suficiente para representar mayorías.
Sospecho que la tentación por lo extravagante lleva a algunos a equivocar la percepción de la realidad. Las noticias tienen que ser atractivas, emocionantes, pero el primer compromiso es con la realidad, con la verdad y los hechos relevantes.
Fernando González Urbaneja