domingo, enero 19, 2025
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Arcadia feliz

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Empieza el nuevo curso político como acabó el anterior. En la misma línea pero con los problemas agravados y el horizonte más negro que verde. Se subsidia a los desempleados, porque es de justicia y las cuentas públicas todavía lo permiten, pero no sabemos por cuánto tiempo. El recurso a la deuda tiene su límite y el número de quienes no encuentran trabajo repunta al acabar el verano y crecerá todavía más cuando terminen los efectos del ENE, pan por poco tiempo. De creación de empleo productivo, nada de nada. Hablar de la necesaria reforma laboral se identifica con el despido libre como disculpa para no afrontar una de las dolencias básicas de nuestra economía. Tampoco está bien visto pedir la apertura de un debate sobre esa energía atómica de la que procede la electricidad que compramos a Francia. Y así sucesivamente.

La recuperación en otros países acabará por impulsar la nuestra. No hay mal que cien años dure, asegura el refrán. Pero seguiremos sin respuesta para nuestro particular trance dentro de la crisis global. Seremos los últimos en salir del pozo y lo haremos sin haber corregido nuestros viejos achaques, entre ellos la escasa competitividad y el monocultivo del ladrillo. La economía sostenible sólo es por el momento un impreciso compendio de buenas intenciones con desarrollo a medio o largo plazo, como gustan de apostillar los políticos. Además, y a diferencia de lo que ocurría con las musas y el teatro de Lope de Vega, los modelos económicos no pasan en veinticuatro horas del BOE a la realidad.

Tampoco el panorama político es más halagüeño. El ayuntamiento de Arenys de Munt organiza un referendo que deja muy atrás al que no pudo celebrar Ibarretxe. En lugar de asociación libre u otras gaitas, independencia pura y dura. Puesta la primera piedra, ¿por qué no seguir por toda Cataluña? Para eso sirven las experiencias piloto. ¿Quién detendrá la mancha de aceite y su extrapolación al País Vasco?

Y mientras tanto se presiona al Tribunal Constitucional, no sólo desde las altas instancias de aquella Comunidad Autónoma, sino también desde el Gobierno de esa nación discutida y discutible que es España, para evitar que caiga en la tentación antidemocrática de recortar un Estatuto aprobado por el pueblo soberano. Se acatará la sentencia según convenga a los intereses políticos en juego. Después de todo, se añade, ya llevamos tres años aplicando el Estatuto y no ocurre nada. Lo primero es desgraciadamente cierto, pero no lo segundo. Avanza el genocidio lingüístico y chirría la relación bilateral en nuestro marco autonómico, por ejemplo. Las cuestiones debatidas no deben ser tan sencillas cuando el Alto Tribunal lleva tres años sin pronunciarse.

Pero todo eso no importa mucho. Aún podemos reforzar nuestra presencia internacional repartiendo ayudas a los «Gays and Lesbianas of Zimbabwe». Y pasando de África a América del Sur, el señor Carod-Rovira acude con el cuerno de la abundancia en auxilio de la lengua guaraní. Es seguro que cualquier parado español, incluidos los catalanes, aplaudirá tanta generosidad.

En el país de las maravillas, el telediario de la sobremesa en la primera cadena de Televisión Española se abría el último domingo con el fútbol y el baloncesto. Arcadia feliz.

José Luis Manzanares

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