No hubo sorpresa en lo que se refiere a la reelección ayer de José Manuel Durão Barroso, como presidente de la Comisión Europea, por parte del Parlamento Europeo, pero lo que pocos podían augurar es que consiguiese una mayoría tan amplia: 382 votos a favor, 219 votos en contra, 117 abstenciones, de los 718 eurodiputados presentes en los 736 escaños.
A Barroso le bastaba con conseguir una mayoría simple, pues su reelección está supeditada a la normativa del Tratado de Niza, sin embargo, es de esperar que tras el sí del referéndum irlandés del 2 de octubre entre en vigor el Tratado de Lisboa, y por ello sus comisarios necesiten lograr una mayoría absoluta en el Europarlamento.
Así pues, todos los analistas veían en el número de votos la clave del futuro mandato del líder de la Comisión, de tal forma que si conseguía esos 369 votos necesarios en el Tratado firmado en la capital portuguesa el 13 de diciembre del 2007, se arrogaría de la legitimidad suficiente para, según sus propias palabras, «utilizar la experiencia de su anterior mandato a fin de realizar una política más ambiciosa en los próximos cinco años».
Quizá pueda parecer paradójico el comportamiento del Parlamento Europeo que, tras la designación por unanimidad de Barroso por los 27 jefes de Estado y de Gobierno en junio, retrasó su nombramiento hasta después del verano obligándolo a presentar su programa por escrito y someterse a audiencias con cada uno de los grupos. Pero tampoco ha de ignorarse el hecho de que Barroso fue incluyendo en su programa iniciativas de interés para grupos que a priori no eran sus potenciales votantes. Por ejemplo, a los socialistas les ofreció revisar la normativa comunitaria sobre trabajadores desplazados («dumping social»), realizar evaluaciones de impacto social en todas las propuestas comunitarias, o la creación de un marco legal para el servicio público de calidad.
El reelegido presidente de la Comisión Europea plantea en sus «Orientaciones políticas para la próxima Comisión» un horizonte temporal que va más allá de sus cinco años de mandato, con el objeto de apostar por unas bases de provenir más sostenible frente a la tan traída y llevada crisis económica internacional frente a la cual irán destinados muchos de sus esfuerzos, sobre todo en la lucha contra el paro. Pero Barroso no olvida el liderazgo comunitario en las negociaciones internacionales sobre cambio climático y en la escena política internacional en general.
Por lo demás, el colegio de comisarios contará con tres nuevos miembros, uno para los temas de Justicia, Derechos Fundamentales y Libertades Ciudadanas, otro para Asuntos de Interior e Inmigración y el tercero será responsable de Cambio Climático.
El pasado julio se eligió al presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek -que por cierto ha felicitado a Barroso diciendo que su reelección constituye «una victoria para la democracia europea y para el Parlamento Europeo»-, ahora se reelige a Barroso, y si el referéndum irlandés tiene un resultado positivo aún faltarán dos importantes nombramientos en el mapa europeo: presidente de la Unión Europea y Alto Representante de la UE. Veremos.
Ramón Tamames