lunes, enero 20, 2025
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La soledad de Zapatero

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Anda todo el mundo interesado (unos con preocupación, otros maliciosamente satisfechos) en la «soledad» del presidente Rodríguez Zapatero: que si se le marchan los históricos del partido a actividades o más remuneradas o menos controladas por su hiperliderazgo, que si ya no le acompañan en su retórica optimista contra la crisis algunos de los diputados del Grupo Socialista, que si no consulta y los ministros andan haciendo cábalas, que si en cuanto sube a la tribuna del Congreso todos los grupos le critican la improvisación de su acción política y la acción política misma. El PP se lo ha recordado esta semana en las dos Cámaras. Y parece que el asunto hace cierta mella en el protagonista porque en el Senado, a diferencia de otras ocasiones, se le vio enfadado. También tuvo que aprovechar los micrófonos para decir, de modo un poco estrafalario, que el ex vicepresidente Solbes era su amigo y seguiría consultándole.

Sin embargo, no veo yo al presidente muy solo. Una cosa es que esté a menudo mal acompañado y que no acierte y otra que esté solo, que no me lo parece. Se ha ganado a los sindicatos, lo que no es muy difícil manejando el Presupuesto y después de tan larga trayectoria de dependencia de las centrales de la generosidad del poder. Incluso les permite, de vez en cuando, dar la impresión de que no se los ha ganado del todo pidiendo algo más de lo pactado. Algunos bromistas llaman al secretario general de UGT, Cándido Méndez, el «vicepresidente cuarto del Gobierno». Se ha ganado, por procedimiento similar, a algunas minorías en el Congreso, y no da la impresión de que vaya a tener excesivos problemas formales para conseguir que los Presupuestos del 2010 sean aprobados en sede parlamentaria. No llegará a la presidencia de turno de la Unión Europea con unos Presupuestos prorrogados. Las disensiones en el Grupo Socialista, que son reales, quedan acalladas en cuanto levanta la voz y a la hora de la verdad, es decir, al discutir políticas en el Parlamento, le aplauden hasta cuando se muestra desconcertado. Con eso le basta, para no estar solo no hace falta tener amigos, sino compañeros de viaje. En el mundo empresarial, tan castigado verbalmente por el presidente en el simulacro de «diálogo social», hay muchos que, en privado, lanzan sus venablos pero, también a la hora de la verdad en una economía cada día más intervenida y débil, la mayoría de ellos pasan por caja y, así, le acompañan.

¿Solo entonces? No está tan claro. El PP insiste en ello quizá porque ha sido la crítica que recibió, con dureza, a lo largo de toda la legislatura anterior, pero puede que se equivoque al centrar la hipotética soledad del presidente en el modo en el que miran a Rodríguez Zapatero unos y otros. De lo que no hay duda es que está mal acompañado, de que el modo en que ha planteado su supervivencia implica cesiones no contempladas por el interés general y pactos que no llevan a buen puerto. El Congreso, desgraciadamente, ha sido desde tiempo atrás una Cámara en la que las minorías (algunas minorías absolutas) pedían una carretera o una subvención para apoyar la política exterior o el régimen impositivo, y ahora, sencillamente, se ha convertido sólo en eso. El problema no es la soledad, sino la compañía. Y el problema del PP no es la compañía, sino el modo en que se conquistan los votantes.

Germán Yanke

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