viernes, enero 24, 2025
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Alberto Míguez, el corresponsal ilustrado

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Su vida ha estado, hasta el último día, llena de esa rara mezcla de rigor periodístico y espíritu aventurero. Corresponsal durante muchos años en Lisboa y Rabat, enviado especial en tantas y tan largas ocasiones en Iberoamerica, continente del que conocía la historia y los entresijos políticos al detalle, francés de adopción y de corazón en un país que, como decían los clásicos, es la segunda patria de todos los patriotas. En estas páginas ha analizado a diario la actualidad internacional, siempre un paso más allá de la evidencia de los titulares. Y siempre, además, con el sentido del humor, la ironía y el espíritu crítico que le caracterizaron en su labor profesional y en su vida cotidiana. Era Alberto Míguez, ante el papel y también antes y después, el gran conversador, el amigo de sus amigos.

Nunca se conformó con describir lo que ocurre ante nuestra mirada, y la suya era constante ya atenta. Filósofo de formación, interesado por las ideas políticas y su historia (a las de Castelao dedicó un libro ya famoso), Alberto Míguez ha intentado siempre, en la prensa (durante muchos años en La Vanguardia), en la radio, en la televisión y en internet (en dos etapas ESTRELLA DIGITAL contó con su sabiduría), explicar a los lectores las claves y los por qué de lo que ocurre, las consecuencias y los antecedentes. Era el corresponsal ilustrado, el que conocía la historia, la literatura y las corrientes de la opinión pública de los países que visitaba y sobre los que escribía. Era también el hombre animoso con el que se podía contar tanto en los buenos momentos, porque los celebraba con sus amigos como si fuesen propios, como en los malos. No sólo los sufría también como propios, sino que se empeñaba en superarlos con generosidad sorprendente.

Estamos, por tanto, de luto. También sus lectores, a los que faltará desde ahora sin haberlos abandonado del todo. Ahí queda el patrimonio de sus libros, de sus ensayos, de sus artículos y análisis. Y a todos nos queda, imborrable, el recuerdo. Es imposible terminar estas líneas deseando o constatando que ahora descansa en paz. Imposible: ya estará, después del mal trago de su enfermedad, haciendo algo.

Germán Yanke

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