El presidente de Costa Rica, Óscar Arias, en el curso de sus indeclinadas gestiones como mediador en la crisis institucional de Honduras, ha pedido silencio a la orquesta bolivariana -integrada por Hugo Chávez y sus acompañantes de plantilla- para que dejen de azuzar las beligerancias entre las partes concernidas en el problema derivado de la destitución de Manuel Zelaya, el 28 de junio pasado, por infringir la prohibición constitucional de procurarse la reelección. También ha advertido de los riesgos de que se aísle al país, además de la incompatibilidad, entra una situación de estado de sitio y el mantenimiento de la fecha del 29 de noviembre para celebrar las elecciones.
Lo curioso es que estas advertencias de Arias, que insiste en la conveniencia de que las partes en conflicto se atengan a los términos del llamado Acuerdo de San José, se produce en el momento en que un dictamen jurídico de la Biblioteca del Congreso norteamericano establece que en la citada fecha no hubo golpe de Estado en Honduras, puesto que la destitución de Zelaya se produjo de forma legítima; en lo referente al procedimiento, porque las competencias en la materia correspondía al Congreso y al Tribunal Supremo, y porque la causa de que se le depusiera derivaba de la infracción constitucional que el jefe del Estado había cometido.
Sin embargo, el mismo dictamen, instado desde los republicanos, advierte de que no fue igualmente conforme a ley la expulsión del país de la que fue objeto Zelaya. Importantes son las tres cosas: las advertencias de Arias a la claque chavista del depuesto, la incompatibilidad de que el calendario preelectoral esté enmarcado en una suspensión de las garantías constitucionales y la insistencia del presidente costarricense en que sea el destituido quien convoque las urnas.
El actual presidente de Honduras, que según el informe del Congreso es legítimo porque no hubo golpe de Estado sino respuesta institucional a un desafuero, ya rechazó en su día tal fórmula, sí ha apuntado la posibilidad de que se levante el estado de sitio; quizás condicionada tal medida, entre otras cosas, a que Zelaya no siga calentando el ambiente desde la barrera de su asilo diplomático en legación de Brasil en Tegucigalpa. Una observación previa en este mismo sentido por las autoridades de Brasil es de obligada referencia para propiciar las condiciones necesarias al arbitraje soberano de los hondureños en las urnas.
En resumen, parece perceptible un cambio de viento en la crisis hondureña, objeto de desenfoques en el análisis, manipulaciones y sectarismos del más variado origen, comenzando por y desde el propio Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio español de Asuntos Exteriores.
No caben parangones entre errores puntuales o necesidades perentorias de orden público en una democracia bloqueada desde el vértice, e internacionalmente acosada, y los vicios sistémicos contra las libertades de otra democracia como la venezolana, que vira hacia la dictadura totalitaria desde el paradigma cubano que la inspiró desde el primer momento. Lo que tiene que hacer Micheletti es dejar a los periódicos en paz y la entera libertad de expresión en su sitio. Un error no debe convertirse en vicio estructural.
José Javaloyes