El déficit público superó la barrera de los 62.000 millones de euros a finales de agosto pasado, es decir, al término de las dos terceras partes del recorrido anual de las finanzas públicas. Este déficit ya supone un 5,73% del PIB, o sea, casi el doble de lo que nuestro país se comprometió a respectar como límite máximo para acceder a la Unión Monetaria, que fue el 3% del PIB. Por lo que resta de año, un tercio, el déficit total bien podría situarse en los 100.000 millones de euros, lo que representaría prácticamente un 10% del PIB en números redondos. Son cifras de impresión, desde luego las más altas que registra la historia económica de España y nada parece indicar que en los próximos meses haya posibilidades ciertas de corregir este rumbo hacia la crisis financiera del Estado.
El desfase entre ingresos y gastos procede de ambos lados. Es decir, Hacienda ingresa menos, sobre todo mucho menos dinero por IVA, y gasta más debido a la actitud del Gobierno ante la crisis, que se ha traducido en una aceleración de los gastos para tratar de paliar los efectos de la crisis económica. Como se puede ver con las estadísticas de evolución del PIB y del empleo, sobre todo, el esfuerzo por la vía del gasto no ha servido de gran cosa. El PIB está cayendo este año cerca del 4% en el que posiblemente va a ser el peor resultado de nuestra historia económica reciente.
Los indicadores económicos de que dispone el país para ver si se están arreglando las cosas o no señalan bien a las claras que no hay síntomas de salida de la crisis, de reanimación de la actividad. El último análisis de indicadores que ha realizado el Banco de España habla incluso de un ligero retroceso en los índices de actividad durante los meses centrales del año. El secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, ha querido dar este miércoles una versión algo optimista de la situación, pero no ha dejado de decir que la economía «se acerca al fondo de la crisis y de la recesión», una forma fina de decir que lo peor todavía no ha llegado, en flagrante contradicción con el mensaje que viene lanzando el presidente Zapatero desde hace ya bastantes semanas, al afirmar que lo peor de la crisis ya ha pasado.
Es curioso observar cómo últimamente los ministros mantienen una cierta tendencia hacia el realismo, alejándose de las visiones de su presidente, lo que genera contradicciones casi a diario. El otro día, por ejemplo, la vicepresidente económica, Elena Salgado, dijo que la subida de impuestos no era temporal, sino que duraría tiempo, no dijo cuanto, dada la incertidumbre que rodea la economía. Zapatero había dicho hace apenas dos semanas que las subidas de impuestos serían «limitadas y temporales». Lo de «limitadas» ya se supone, porque no parece posible que un Gobierno democrático incurra en prácticas confiscatorias. Pero lo de «temporal» tardó poco en desmentirlo la jefa del área económica. Es decir, tendremos impuestos mejorados para rato.
La cuestión del déficit público es ahora mismo la amenaza más grave sobre nuestra estabilidad como país y como sociedad organizada. En el curso de estos primeros meses de déficit, el Tesoro está logrando financiar bastante bien sus necesidades de recursos, que en términos de la Contabilidad Nacional rondan los 68.000 millones de euros. Incluso ha aprovechado bien la tendencia a la baja de los tipos de interés, lanzando emisiones de activos públicos a corto plazo con rentabilidades inferiores al 1%. Hasta ahora, por lo tanto, la financiación del déficit, es decir, pedir dinero prestado, en buena parte al exterior, para pagar las nóminas, se está cubriendo razonablemente bien.
Las agencias internacionales de calificación de riesgos, aunque parezca difícil de entender, apenas han alertado sobre los riesgos en los que se está metiendo la Hacienda Pública y el Estado español, con una política económica que abusa del gasto y que parece vivir ajena a la realidad de nuestras posibilidades. El contenido del Presupuesto para el año 2009 sería un buen instrumento de lectura para quien quiera saber los riesgos a los que se enfrentará la economía española en el inmediato futuro. De momento, las agencias están dando un margen a la economía española, que bien pudiera empezar a quebrarse cuando los mercados entren en una dinámica diferente, diferenciando entre los países con riesgo o con riesgo moderado. Hay que recordar que España puede acabar el año cerca de una situación que se puede considerar insostenible: la de un país que recauda en impuestos la mitad de lo que gasta, mientras la otra mitad tiene que pedirla de prestado. Mientras este impresionante desfase no se corrija, el riesgo que nos espera a la vuelta de la esquina es el de un país que tendrá dificultades para obtener crédito internacional y, por lo tanto, deberá enfrentarse a serios problemas internos.
Primo González