No va a ser fácil la labor de Manuel Pellegrini. Si juega con sólo dos centrocampistas se echa de menos facilidad en la conducción de la pelota. Ayer puso en el centro a Gago, Xabi Alonso y Guti con la ayuda de Kaká, y tampoco. Contra el Olympique de Marsella durante medio tiempo ni poseyó el balón ni creó los mayores peligros.
Casillas salvó un par de goles. Por la banda izquierda del equipo francés, Niang fue pesadilla para los defensas madridistas. En la segunda parte, lo previsto, lo que viene siendo costumbre: la goleada.
Lo más sobresaliente del Madrid en el tiempo en que no gana los partidos fueron dos disparos de Ronaldo desde muy lejos y una chilena de Benzema. Pellegrini prescindió de Raúl, pero lo discutible fue la ausencia de Granero. La falta de ataques por las bandas facilitó la defensa marsellesa. Enfrente, por el centro hasta Heinze parecía figura.
Hubo que aguardar a la segunda parte, como es norma de la casa, para ver la victoria. En menos de dos minutos el Madrid resolvió el partido. Cristiano Ronaldo, con dos tantos, y Kaká, de penalti, sentenciaron el pleito.
No enamora el juego madridista y, sin embargo, acaba haciendo felices a sus parroquianos. Hay momentos en que la grada pierde la paciencia. Tal y como se van resolviendo los partidos tengo la impresión de que los nervios del primer tiempo desaparecerán.
Para el equipo madrileño los minutos de la basura son los de la primera mitad. En la segunda se pone el mono, comienza a correr más y encuentra el modo de batir al guardameta contrario. Da la impresión de que permite que el contrario se desfogue para darle después el mazazo.
Con el mal juego hay reproches para el entrenador. Con las goleadas cambia el ambiente y el malhumor se torna en sonrisa. La superioridad tarda en mostrarla, pero como la posee acaba imponiéndola.
Julián García Candau