El viejo zorro olímpico Juan Antonio Samaranch lo anunció horas antes de la votación final y cuando crecía la euforia entre la delegación española que presentó, con brillantez y excelentes maneras, la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2016. Preguntado Samaranch sobre cómo veía las posibilidades de España, el ex presidente del COI respondió: «con cautela». Y sus razones tenía la persona que conoce, mejor que nadie, los entresijos del misterioso y obsoleto Comité Olímpico Internacional, donde las normas más elementales de la transparencia democrática brillan por su ausencia.
La suerte estaba echada, la delegación española lo temía pero se creció tras la excelente presentación de la candidatura española, y no digamos tras las consecutivas derrotas de Chicago y Tokio en las primeras votaciones. Pero Río de Janeiro, la ciudad a la que el Comité Olímpico había primado de una manera un tanto exagerada en su última valoración oficial, enseñando así las cartas marcadas de esta partida, al final se alzó con una gran victoria en la que, sin duda, el presidente Lula y su equipo olímpico también tienen sus indiscutibles méritos.
Se ha comprobado en las cifras de las votaciones en la que España, con 28 votos en primera ronda, 29 en la segunda y 32 en la final, solo sumó uno y tres votos, respectivamente, tras la progresiva caída de Chicago y Tokio, mientras Brasil -que ha estado a punto de salir proclamada en la segunda votación, donde con 46 votos se quedó cerca de la mayoría absoluta-, fue sumando el apoyo de casi todos los que habían apoyado en primeras rondas a Chicago y Tokio, siguiendo lo que se piensa que eran las instrucciones de la presidencia del COI.
No ha ganado el mejor porque la candidatura olímpica de Madrid para los Juegos de 2016 era, con diferencia, la mejor de las cuatro presentadas, pero la cocina política del Comité Olímpico ha vuelto a ser implacable y le ha dado a Río la victoria, y a Madrid la consolación de un meritorio segundo puesto tras las votaciones eliminatorias en las que la novedad fue la caída de Chicago, presentada por el presidente Obama, en la primera eliminación.
El Comité Olímpico ha cumplido con la tradición de la rotación geográfica en beneficio del continente americano y de la asignatura pendiente de unos Juegos que nunca se celebraron en Sudamérica, ni en un país emergente y con pocos medios económicos como Brasil. El motor de esta victoria no ha sido otro que el presidente olímpico, el belga Jacques Rogge, que no quiso romper la tradición olímpica de la rotación continental, ni enfrentarse a los países del tercer mundo que esperaban con ilusión esta Olimpiada de Río de Janeiro. La que lideró con firmeza y buenas maneras el presidente Lula, un político de indiscutible prestigio mundial y calidad humana, que ahora está en retirada y pone con esta victoria un broche de oro a su próxima salida de la presidencia de Brasil.
¿Y España? Pues, en principio, una dulce derrota, medalla de plata, trabajo bien hecho y excelente imagen en el mundo olímpico por la calidad y la espectacularidad de la candidatura española y su presentación de las que son autores de primer orden el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, la consejera delegada de 2016, Mercedes Coghen y el vicealcalde, Manuel Cobo. Un ilusionado proyecto que contó con apoyo decidido del pueblo de Madrid y la cohesión política de los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, dando muestras de unidad y responsabilidad política que quisiéramos repetida los españoles para hacer frente a la crisis de la economía y el paro que nos invade.
A toro pasado, los adversarios políticos de Gallardón -sobre todo de dentro del PP y su entorno mediático- aprovecharán el revés olímpico para cargar las tintas contra el alcalde de Madrid, pero no creemos que la derrota haya mermado el prestigio político de Gallardón, que ha superado el test de Obama y alcanzado un meritorio segundo lugar y el reconocimiento de la gran propuesta que España llevó a la cita de Copenhague. Madrid, sigue, pues en la larga espera, Barcelona necesitó de siete candidaturas para ganar la Olimpiada de 1992, Gallardón en esta oportunidad ha plantado cimientos de la futura ciudad olímpica madrileña y, tarde o temprano, el sueño se hará realidad. Aunque de momento, como lo reconoció la Reina Sofía, nosotros nos hemos llevado la decepción y en el aire ha quedado la oportunidad de una posible nueva candidatura olímpica de Madrid, aunque de momento habrá que esperar. «Madrid seguirá soñando», dijo Gallardón en una emocionante y agradecida declaración final, con la que deja abierta la Puerta de Alcalá.
Pablo Sebastián